Levo veinte años casado con el príncipe azul y ahora me doy cuenta de que soy daltónico. Cuando en la política empieza a predominar el blanco y el negro, en la calle acaban mandando los grises. En las viñetas de Materia Dispersa la imagen y la palabra se articulan como dos maxilares que no solo buscan hincarle el diente a la realidad, sino también reírse a mandíbula batiente. Los autores se considerarán felices si consiguen despertar en los lectores algún tipo de intuición, sonrisa o idea. Limitándose al rojo, al blanco y al negro (son daltonic friendly), realizan un importante tratado de filosofía humorística entremezclando política, sociedad, religión, muerte o vida en pareja.
Nació como todo bichejo viviente, pero lo hizo de una forma un tanto prematura, a la temprana edad de cero años. La ciudad de Madrid le vio aparecer en el año 1981 y desde entonces se ha estado moviendo, perdiéndose y encontrándose por ella sin abandonarla. Al principio, todo lo que le contaban le sonaba a chino (tal vez si hubiese nacido en china le habría sonado a castellano), sus orejas eran de soplillo y no aparentaban ser de asiático, así que tuvo que apañárselas como pudo para poder expresarse. Como no podía ayudarse de las palabras comenzó a hacerlo dibujando. Desde entonces se comunica mejor con un lapicero que hablando. Más de una docena de libros ilustrados a sus espaldas dan la cara por él, para atestiguar que lo suyo es vivir del cuento. Día a día, y alguna que otra noche, sigue perfeccionando su estilo “rectiforme espiraloide con manchitas”, en el que la acuarela compite con el rotulador por tener un papel protagonista sobre la cartulina.