"El Siglo de las Luces tendría otro «brillo» para las provincias rumanas. Situadas a las Puertas de Oriente, como de costumbre se afirma, Moldavia y Valaquia se encuentran, desde el punto de vista político, bajo el dominio del Imperio otomano. Este dominio supone un control político muy estricto, que, sin embargo, otorga a los fanariotas -así llamados por el barrio de Fanar donde tenían su residencia- una cierta autonomía interna. A principios del iglo XVIII (1711-1716), las «relaciones» con Constantinopla llegarán a ser el destino principal hacia el que príncipes y boyardos, artesanos y comerciantes se dirigirán, trayendo consigo modelos, estilos, maneras, músicas y formas de sociabilidad. Viena, París,
Londres y hasta Constantinopla quedan lejos ..., tan lejos ... y aunque la geografía puede ser hipotéticamente recorrida en unos cuantos días y noches, los habitantes y, sobre todo, la aristocracia, rechazan el viaje hacia Occidente. No hay una orden estricta en este sentido, mas el miedo a ser considerados «traidores» impone límites que no se deben traspasar. Más allá del miedo, la civilización otomana tiene mucho que ofrecer, tal vez mucho más de lo que podría haber ofrecido Occidente. La fascinación por el lujo, la opulencia, la riqueza, determinó a los boyardos a dejarse llevar
por este espejismo de Sheherezade y ofrecer, por lo menos al espectador de fuera, una imagen de cuento que perdurase más allá del amanecer de la modernidad rumana."