NEW ZEALAND / NUEVA ZELANDA

Aotearoa – la tierra de la gran nube blanca, como los maoríes denominan a Nueva Zelanda – significa para el viajero el encuentro con los elementos, con las selvas intactas y un mar bravío, con blancas playas tropicales y amplios valles fluviales, con glaciares y vastas extensiones desérticas, con fuentes de agua hirviendo que brota directamente del seno de la tierra, con volcanes activos y fuerzas tectónicas que siguen demostrando su presencia con terremotos. Las leyendas maoríes cuentan que el polinesio Kupe y su mujer Hine-te-apa-rangi estaban a la busca de un nuevo hogar cuando divisaron en el horizonte una nube sobre una montaña. Habían encontrado Nueva Zelanda. Los libros de historia nos cuentan la siguiente historia: en torno a 800 d. C. grupos de polinesios procedentes sobre todo de Tonga y Samoa alcanzaron la isla con sus canoas. Muchos de las más de 40 tribus maoríes siguen fundamentando su solidaridad intertribal en el hecho de que sus antepasados se sentaban en un Waka común. En 1642 el holandés Abel Tasman fue el primer europeo que alcanzó Nueva Zelanda. Pero no llegó a desembarcar, porque los maoríes lo atacaron. Después pasaron más de cien años hasta que en 1769 el navegante inglés James Cook puso el pie en la isla septentrional en el lugar en el que se fundó la actual ciudad de Gisborne. Poco después izó la bandera inglesa y reivindicó oficialmente la posesión del país para Inglaterra. El gobierno británico vio en la nueva colonia, al igual que en Australia, una colonia ideal para presidiarios. Así que, antes incluso que los cazadores de ballenas y focas, los prisioneros llegaron con sus guardianes. El número de “pakehas”, de blancos europeos, era pequeño. Los maoríes y los pakehas se fueron acostumbrando a convivir.