NO ME RIO QUE ME AFIXIO

«Una sola virtud le bastaría a nuestro personaje para tener cabida en los círculos más exquisitos: su gracia. Pero no es sólo la gracia lo que adorna, lo que enriquece la vida de Manuel Melado […] Porque no va de gracioso, ni se lo hace, ni pretende serlo: tiene gracia, que es distinto […] […] Y ese privilegio, en forma de papel, lo reciben hoy cuantos se acerquen a abrir este libro en el que el bueno de Manuel nos dice, con esta frase de calle, «No me río que me asfixio». No se asfixia, y encima nos da aire de desenfado para que sigamos viviendo con una sonrisa. Porque su palabra tiene sabiduría, precisión, conocimiento, lo hermoso del verso y los sustancioso de la prosa. Y la gracia. Y la bondad infinita de un hombre sencillo que adora que le quieran. Un hombre que, por suerte para mí, es mi amigo».