La bellísima Tais, cortesana de Alejandría, que vivió en el siglo iv después de Cristo en el Egipto romano, tiene prendado al abad Pafnucio, que se empeña en redimirla —entre otros motivos, porque estaba loco por ella—. Y lo consigue, pues esta abandonó su vida de lujo y desorden e ingresa en un monasterio de religiosas por voluntad propia, sometiéndose durante cinco años a un estricto encierro en una celda mínima e insalubre, de la que salió solo para morir (eso sí, en olor de santidad). El Premio Nobel de Literatura Anatole France recurre a la historia del obsesivo Pafnucio, quien ve demonios hasta en sus bolsillos, y la alegre y amorosa Tais. En su empeño por salvarse y huir del diablo, él será siempre un desgraciado, mientras a ella ni la sobriedad del convento le arrebatará la felicidad. Paul Albert Laurens ilustra magistralmente esta historia cuya traducción ha sido revisada escrupulosamente por Luis Alberto de Cuenca, que también se hace cargo del prólogo y la edición.
Ficha técnica
Traductor: Luis Ruiz Contreras
Ilustrador: Paul Albert Laurens
Editorial: Reino de Cordelia S.L.
ISBN: 9788494094033
Idioma: Castellano
Título original:
Thais
Thais
Número de páginas: 240
Tiempo de lectura:
5h 40m
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 01/03/2013
Año de edición: 2013
Plaza de edición: Madrid
Colección:
Literatura Reino de Cordelia
Literatura Reino de Cordelia
Número: 20
Alto: 20.0 cm
Ancho: 13.0 cm
Grueso: 1.6 cm
Peso: 321.0 gr
Especificaciones del producto
Escrito por Anatole France
Anatole France recibió el Premio Nobel en 1921. Académico desde 1896, defendió a Zola —vilipendiado por su defensa de Dreyfus— con entusiasmo, se convirtió en un ardiente militante socialista (soy socialista por placer, diría) y fue uno de los fundadores del periódico L’Humanité en 1904. Proust lo convertiría, bajo el nombre de Bergotte, en uno de los personajes de En busca del tiempo perdido.
Más agnóstico que ateo, más liberal que progresista, más libertino que enamoradizo, más moralista que filósofo, en sus últimos años se había convertido en el escritor más odiado por los surrealistas. Murió en 1924. Su sillón en la Academia fue ocupado por un escritor que estaba artísticamente en sus antípodas: Paul Valéry.
Amarga a veces, pero siempre impregnada de humor negro, La isla de los pingüinos parece haber sido escrita para los lectores de hoy.