Mientras leía Tras la belleza venían a mi memoria tanto la frase de Wittgenstein de que «pronunciar una palabra es como tocar una tecla en el piano de la imaginación» como aquella otra atribuida a Walter Benjamin de que «la obra de arte abre una distancia que vibra». Esto es lo que sucede con estos seis ensayos, tan diferentes y a la vez tan bien articulados: resuenan y vibran en la imaginación y el corazón del lector. La docencia, la música de Bach, el Agnus Dei de Zurbarán, el magnífico paisaje de la Ulzama navarra son los temas de este libro, temas con los que el profesor poeta nos enseña a mirar, con los que el maestro escritor quiere que sus estudiantes crezcan: «A veces las palabras de sus alumnos son manos tendidas». Tras la belleza es un libro bello, escrito con amor, que merece muchas relecturas. Frente a tanta feolencia escandalosa –neologismo del autor que aglutina «fealdad» y «violencia»– es un texto que llena al lector de paz y de amor a la belleza