Shad se considera un triunfador. Aunque su carrera como actor no ha prosperado, las cosas le van muy bien como agente inmobiliario, y es una especie de depredador en el ecosistema de las citasonline. Una noche, se dirige a un apartamento de Brooklyn para la que promete ser la cita definitiva: una velada con la enigmática Callista y unas amigas suyas. En su mente, el escenario es perfecto para una fantasía de placer sin límites. Ellas, unidas como un solo ser por una fe tan antigua como el vino, no han preparado una fiesta, sino un ritual. Shad se entrega al éxtasis, convencido de ser el centro de un juego erótico. No sospecha que cada sorbo de vino y cada caricia lo acercan a unacomunión sagrada y terribledonde la seducción es solo el preludio del sacrificio.