Hans-Adam II, príncipe de Liechtenstein, es uno de los personajes más polifacéticos de la Europa actual. Además de un historiador especializado en el origen de los Estados, es un empresario de éxito internacional. Su experiencia política se remonta a 1970, cuando se encargó de la organización de la Casa Principesca. Desde que asumió la regencia de Liechtenstein en 1989, ha logrado que este pequeño país ingrese en las Naciones Unidas (1990) y en el Espacio Económico Europeo (1995). Su fama de monarca democrático se vio refrendada en el referéndum al que sometió una reforma de la constitución, y que obtuvo el apoyo mayoritario del pueblo de Liechtenstein.
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En 1513 un diplomático florentino llamado Maquiavelo revolucionó el arte de la política con su tratado El Príncipe. 500 años más tarde es un príncipe, Hans-Adam II de Liechtenstein, quien expone sus ideas sobre el modo en que deben organizarse los Estados. Y sus ideas no son menos meditadas y estimulantes que las de su antecesor. Durante los cuarenta años de actividad politica, este monarca singular se ha forjado una vision del mundo en que vivimos que, siendo profundamente realista, no se deja atenazar por los tabues normalmente aceptados. Al contrario. En este apasionante tratado nos invita a reflexionar acerca de los mecanismos que, a lo largo de la historia, han permitido que los Estados puedan llegar a ser instituciones represivas, y no lugares de convivencia pacifica. Seguidamente, expone una estrategias muy concretas para que, en este tercer milenio, pueda alcanzarse una sociedad plenamente democratica. Su propuesta expone como son los ciudadanos quienes tienen en sus manos transformar los estados: estos deben convertirse en una suerte de empresa capaz de prestar servicios para el bienestar de las personas.