El piolet es, sin duda, la pieza más preciada del equipo de un montañero. Hasta hace poco seguía vigente en los ambientes pirineístas en Francia y Aragón, la costumbre decimonónica de ponerle un nombre al piolet; los escaladores ponian asi de relieve el vinculo emotivo que les unia a la herramienta de la que, mas de una vez, pendia su vida. La obra se inspira en la historia de las primeras escaladas en los impresionantes corredores de hielo en los Pirineos. Alli, a la sombra de los macizos del Vignemale y del Monte Perdido, se abren, entre 1868 y 1937, algunas de las grandes vias de escalada piernaica, abiertas por hombres como Russell, Beraldi, Schrader, Brulle, Bazillac y otros. Asimismo desfilan por sus paginas una serie de figurantes de lujo, entre ellos nombres de la talla de Sarrettes, Saint-Saud, Whymper, Mummery, Welzenbach o Piaz. A la vez, y para el deleite de los montañeros, se refleja en el trasfondo de los acontecimientos la evolucion de los materiales y tecnicas de escalada, la alimentacion, la ropa e incluso los temas de conversacion de actualidad de cada epoca. Pero, como es propio del genero novelesco, la historia se entreteje y se funde con la ficcion en las paginas de Flor de Gaube, de forma que a veces resulta dificil distinguir entre lo real y lo imaginario. Muchas de las anecdotas, leyendas y escenas con apariencia de realismo son ficticias, mientras que otras peripecias, como el duelo a piolet de Brulle en la Dent Blanche o la opera de Bazillac en el Clot de la Hount, que podrian juzgarse como de ficcion, son totalmente ciertas. Una vez mas, el asombrado lector quedara transportado hasta la fragil linea que separa lo verdadero de lo imaginario, mientras disfruta y aprende de las historias que, reales o ficticias, nos permiten vivir la pasion por la montaña.
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