La mariposa de Amado Gómez Ugarte es una mujer fuerte y ligera, y su vuelo, una trayectoria libre de prejuicios y de servidumbres. Ningún título podía resumir mejor la historia de esta heroína del día a día que rompe con la impostura de su matrimonio y, ya sin lastre, ansiosa por "desterrar los sentimientos inservibles", vuela. En El vuelo de la mariposa, aún más importante que los objetivos es la trayectoria. Amado Gómez Ugarte ha entretejido, sobre el tapiz de paisajes variopintos, los rostros de cercanos personajes que desvelarán un sexo sin ataduras, la piedad y el afecto, en algún momento el miedo, o el absurdo cómico de un amor imposible. Un vuelo hecho de transgresiones. Algunas de ellas tan pequeñas, pero significativas, como el pasar de largo ante el servicio de señoras e irse al de caballeros, lo que en un primer momento hace la protagonista de este vuelo novelado como un gesto sin importancia, pero que a lo largo de la historia adquirirá su pleno significado. Amado Gómez Ugarte a través de las andanzas de la mujer de un escritor de novelas rosa desenmascara la hipocresía y la superficialidad de los hombres en materia de sentimientos. Los líos en que se mete la protagonista y las risas de las mujeres que se escuchan en el camino apuntalan la vision crítica y mordaz de una sociedad donde los hombres no destacan precisamente por su cerebro.
La novela está narrada desde la voz del protagonista en una rebelión contra lo establecido y contra los poderes ocultos que manejan los hilos de la sociedad, con un final que termina siendo un canto
Época del reinado de Alfonso XIII, que visita Álava. Alrededor de esta visita suceden y sucederán historias divertidas de enamoramientos e intrigas en la comarca de Ayala
La Secana, un universo peculiar que descubre en una novela atemporal y metafórica, un pueblo, con unos protagonistas que nos muestran su vida y miserias, cada cual siguiendo sus propios designios, pero que casualmente van relacionándose y articulando historias que les conduce a una realidad diferente a lo que en principio nos descubren sus voces y nos delata su memoria. No existe un personaje principal, son todos y cada uno, los que viven con los otros, los que hablan y recuerdan, los que descubren la historia y lo olvidan. Personajes huraños, secos, alegres, contradictorios pero muy humanos, con una característica común: su mundo, el de los vivos y también el de los muertos, se remite como una alegoría permanente a La Secana. Entre la realidad, la verdad y la apariencia de las cosas se erige un microcosmos particular donde el elemento fantástico está al servicio del humor, el dominio del lenguaje, con un tono optimista, cercano al lector, y la trama progresiva y perfectamente urdida al de la narración polivalente que libera a la novela de pintoresquismo y localismos literarios. Es una obra que comulga frescura y naturalidad al mismo tiempo, conjuga realidad y fantasía, humor y religiosidad carnal sin medida, una obra que nos sitúa en un lugar y ante una Cofradía de Pecadores que sin pretenderlo, comulgan con el mismo secreto: La Secana.