Antón Arrufat (Santiago de Cuba, 1935), poeta, dramaturgo y narrador. Ha publicado los poemarios En claro(1962), Repaso final (1963), Escrito en las puertas (1967) y La huella en la arena (1986). Sus obras dramáticas se reunieron en Teatro (1963), Todos los domingos (1964), Los siete contra Tebas (1968) y La tierra permanente (1987). Su obra narrativa: Mi antagonista y otras observaciones (cuento, 1964), La caja está cerrada (novela, 1984) y ¿Qué harás después de mí? (1988).
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La envidia es una forma de amor. En los intrincados resortes que mueven nuestros actos, lo que tememos acaba convirtiéndose en deseo. oliverio, el protagonista de esta novela, vivirá el sueño de una nueva realidad al mudar de trabajo, ciudad y paisaje. Los buenos augurios del principio pronto se verán truncados con la aparición de Gerardo Sarmiento, personificación de todos nuestros miedos y fracasos... Hay cosas que un hombre no puede olvidar, aunque sea para despreciarlas. Ésta es la historia de un hombre en busca de una explicación: la explicación de sí mismo.
Dos o tres días después, transformada por el recuerdo, transcribió esta noticia en su cuaderno gris: durante veinte años sufrió en silencio la sospecha de que su mujer le era infiel. Una tarde su imaginacion estaba agotada, concluyo que sus sospechas carecian de fundamento. Se sintio incapaz de sobrevivir tras un suplicio tan largo. Se paro ante el espejo y se pego un tiro. Cuando se sufre no hay nada seguro.
Este libro narra la historia de los Ibarra, cuyos miembros deben enfrentar un presente adverso. Estamos en Santiago de Cuba en los años cuarenta. La novela es un fresco de la vida provinciana, en el que los detalles cobran tanta importancia como los personajes, que se desplazan sobre el fondo de la epopeya patriotica, de la guerra de la Independencia y de los ritos sociales de antaño que van desapareciendo. La prosa de Arrufat es agil, tan elgante como minuciosa, no solo en la descripcion de escenas y personajes, sino en el registro sutil del habla de los multiples y diversos personajes que pueblan la novela.
Tiene el lector en sus manos un libro bellísimo. No hay otra palabra para decirlo y quizá no debería uno emplear ese adjetivo, porque vivimos el final de un siglo que se ha caracterizado precisamente por cambatir la belleza con saña, con esa penosa irritación del nuevo rico a quien todo lo superior humilla y encona. Pero sí, De las pequeñas cosas, en su sencillez, en su franciscanismo, en su ritmo de pausados giros, es un libro conmovedor (otro adjetivo sospechoso), uno de esos libros que llegan desesperadamente a nuestra vida y que terminan formando parte de ella para siempre. Andrés Trapiello