"Un viaje de cristales al interior de las ruinas": Edades de la sonante espuma traza nuevamente la ruta del viaje reiterado ala conciencia del tiempo íntimo que es la poesía de Antonio Piedra. Las tres partes en que se divide el libro son otras tantas formas de representar este viaje. El primero, un emocionado y trágico diálogo con la propia voz en antiguos poemas (nueve, precisamente) que el azar pone ante los ojos de quien los escribió, treinta y tantos años más tarde. En el centro, las reflexiones sensitivas de unos recorridos por la Habana, oscuros de soledad y soleados de homenajes particulares. Finalmente, la reflexión sobre el mar definitivo a la que sirven de leve filtro distanciador las citas de Luis de Góngora y de Yehuda Ha-Levy. Es, pues, la literatura, la propia y la ajena (frondosa cita de nombres: Pessoa, Atencia, Góngora, Pino, Carilda, Juan Ramón, crespo, Ha-Levy), la que aporta un marco, sólo ligeramente distanciador, que centra la permanente intensidad con que se contempla lo vivido en el núcleo mismo del libro, esa Habana (la del eros y el ágape tanto como la de lo íntimo y lo social) representada y evocada, en algunos poemas, desde una Castilla tan diferente, aunque no menos viva y desbordante de sensorialidad y sentimiento.
'Estamos en alta mar', el poemario que acaba de llegar a las librerías de la mano de la editorial sevillana Point de lunettes. Todo él, no sólo el título, está lleno de metáforas marinas. Lo cual no deja de ser curioso para alguien que nació y ha vivido en tierra adentro. «En realidad es un libro de viajes. Un libro escrito en trenes, en aeropuertos, en barcos... Y en esa metáfora del viaje salió esta especie de retorno o de recuperación de esas cosas que salen del fondo, que emergen no se sabe bien por qué. Y estos siete u ocho escritos son todo lo que hay. Lo que de verdad recuerdo. No quiero inventarme nada». En esos 'Lanteones dorados' que es el título de estas prosas hay sobre todo una protagonista: la abuela del escritor y director de la Fundación Jorge Guillén. Una mujer viajera que murió cuando Piedra tenía 14 años. «Ella fue mi refugio, mi único asidero». Y aunque Piedra hable de cosas como de la 'soledad congénita', no lo considera un libro triste: «Puede que haya un fondo de tristeza pero solapada. Es sobre todo un homenaje». Que en algún momento se convierte en un ajuste de cuentas, como cuando describe la frustrada convivencia en el nuevo hogar de su padre. «Sí puede que haya algo de eso. Ese episodio está descrito de una manera muy terrible, pero cuando terminé el libro me di cuenta de que al dejar emerger ese fondo ausente me he reconciliado con muchas cosas».
La conciencia teresiana de dejar por escrito todo lo que vivió a lo largo de su camino espiritual nos sitúa frente a una obra literaria plagada de moradas, de escondrijos, de espacios de intimidad, sorpresas y revelaciones, pero tambien de vasos comunicantes, de pozos artesianos donde los hechos y los pensamientos, las razones del espiritu, las paradojas y las abstracciones, todo, confluye en la creacion de un universo unico en la historia de nuestras letras. Santa Teresa dedico todo su hacer literario a tratar de explicar, por via de la escritura, lo indecible de su relacion con Dios. Frente al imperio de la academia y la vigilancia a la que se sometio de censores, teologos, confesores y demas personas del tomo, la santa de Çvila pidio unicamente una cosa: libertad para escribir, escribir y escribir; y lo hizo con la firme certeza de que todo cuanto escribio —que fue la historia de una razon de amor— no solo no se apartaba de la sana doctrina, sino que la confirmaba. Corroboro que, en los asuntos del alma, poco tenian que decir la teoria, el estudio, el dogma. Es la narracion sin filtros de una experiencia viva, la suya, la que tanto aprovecho a sus hermanas, primeras destinatarias de sus escritos; la que le otorgo celebridad como mistica y mujer de Dios dent