La recepción de la obra de Bolaño ha alcanzado magnitudes asombrosas. Saltó a la fama con Los detectives salvajes y adquirió estatuto de escritor de culto con 2666, obra en la que trabajó con excepcional dedicación los últimos años de su vida, quizá sin lograr coronarla como hubiese deseado. Ha sido comparado con Pynchon y DeLillo, mas ya antes habían sido varios los críticos que consideraron que la relevancia y el alcance de Los detectives salvajes eran equiparables a los que en su día tuvieron Rayuela y Paradiso. Si en Los detectives salvajes el autor perfila en filigrana un viaje errático y laberíntico, en 2666 pergeña un conjunto narrativo cuajado y vasto, integrado por cinco partes, concebidas y parcialmente esbozadas en sus años mozos. Su novela póstuma es un espacioso fresco, un mural que narra cinco historias enlazadas por dos asuntos capitales: los feminicidios en serie de Santa Teresa, heterónimo y trasunto, encarnación y simulacro de Ciudad Juárez, y los múltiples espacios y veneros en los que se genera y de los que mana la escritura. Ambas novelas tematizan la esperanza de la búsqueda y la eventualidad de la desorientación y de la errancia por mundos varios, en los que México es epicentro de una dilatada geografía. Roberto Bolaño fue, antes que narrador, poeta, vocación y actividad latentes hasta el fin de sus días. Fue un maestro en las narraciones de distancia media, como muestran Nocturno de Chile, Estrella distante o La literatura nazi en América. Y autor de una gavilla de cuentos memorables.
Fray Alonso de Molina ocupa un lugar de honor en la Lingu¨ística Misionera de tradición hispánica por confeccionar el diccionario bilingu¨e, que da origen al Tesoro que el lector tiene entre manos. Su Vocabulario castellano-náhuatl (1555) #un #incunable americano# (Menéndez Pidal)# fue #vocabulario de urgencia# para la comunicación de religiosos e indígenas y testimonio de las preocupaciones renacentistas por la lengua, incluso fuera del Viejo Continente. Como un Nebrija de las Indias, Molina completó la labor de sus maestros Olmos y Sahagún. Culminó un Arte de la lengua mexicana y tres diccionarios (castellano- náhuatl y náhuatl-castellano de 1555 y 1571) nunca superados ni superables. La presente recopilación, lematizada y con las concordancias del vocabulario castellano contribuye al conocimiento minucioso del olvidado diccionario, que estableció las equivalencias entre el caudal léxico del español que arribó al Nuevo Mundo y el vocabulario de una lengua indoamericana que jamás había conocido la ortografía. En consecuencia, este Tesoro está llamado a convertirse en fuente historicolingu¨ística para revisar los diccionarios etimológicos y completar el anhelado Diccionario histórico del español, justo cuando se cumplen quinientos años del nacimiento de Molina (1510- 2010). La metodología, los datos y el esfuerzo editorial que subyace en estas páginas brindan una potente herramienta, que enriquecerá el corpus documental para la Historia de la Lengua Española en América, desde una perspectiva histórica y etimológica.