La enfermedad de Parkinson es el segundo trastorno degenerativo más frecuente. Está causada por una pérdida de neuronas dopaminérgicas en la zona compacta de la sustancia negra. Cuando sir James Parkinson describió, en 1817, la enfermedad que lleva su nombre, concluyó que los sentidos y el intelecto no se afectaban. En los años posteriores, los trastornos afectivos se estudiaron en raras ocasiones y se consideraron, en general, secundarios a la propia afectación motora de la enfermedad de Parkinson. Sin embargo, en la última década se ha producido un renovado interés por estos aspectos no motores de la enfermedad de Parkinson, los cuales determinan la calidad de vida del enfermo parkinsoniano tanto como la incapacidad motora. La enfermedad de Parkinson se acompaña con frecuencia de trastornos de humor que pueden aparecer desde estadios iniciales de la enfermedad hasta en fases avanzadas, y formar parte de las fluctuaciones "no motoras" de la enfermedad.
La enfermedad de Parkinson está causada por una pérdida de neuronas dopaminérgicas en la zona compacta de la sustancia negra y en el área tegmental ventral del mesencéfalo. Hoy en día no se duda de la existencia de trastornos cognitivos en la enfermedad de Parkinson, pero su prevalencia, tipo y causas son materia de controversia. Los síntomas motores más característicos de la enfermedad son la bradicinesia, la rigidez y el temblor; pero la enfermedad se acompaña con frecuencia de depresión, ansiedad, alteraciones cognitivas y trastornos de la atención. Estos problemas pueden presentarse ya en las fases iniciales, tienen tendencia a agravarse con el curso progresivo de la enfermedad y pueden suponer una merma significativa en el rendimiento sociolaboral y en la calidad de vida de los pacientes.