Bruno Patino retoma el argumento deLa civilización de la memoria de pez para analizar su vigencia tras la experiencia del confinamiento. Ante el acoso de las empresas que intentan atarnos a las pantallas y secuestrar nuestra tencion, depende de nosotros hacer frente al capitalismo digital que nos ha transformado de raiz en apenas veinte años. Abandonar el mundo conectado ya no es una opcion, pero es posible cambiar este entorno enloquecido.En La civilizacion de la memoria de pez, Bruno Patino denunciaba los peligros de una humanidad que ya entonces estaba confinada entre los cristales de su pecera digital: perfectamente libres para nadar en sus aguas y abiertos a todo, pero atrapados dentro de unos limites que no por ser transparentes resultaban menos rigidos, incapaces de concentrarnos ni de crecer, agotados por el paso del tiempo y las interminables exigencias de las notificaciones que acosan nuestros dispositivos.La experiencia sin precedentes de la pandemia puso en evidencia esta misma situacion: somos una sociedad desatenta y olvidadiza, que se salvo del asilamiento gracias a su capacidad tecnica para hablar, trabajar, verse, mantenerse en contacto y divertirse a distancia, pero al mismo tiempo descubrio, de forma acelerada, los barrotes de su prision digital, libre para saberlo todo, pero carente de deseo; parloteando constantemente, pero ansiosa de contactos reales...Ahora, cuando por fin hemos podido abandonar la pecera de nuestros hogares, sabemos al menos lo que tenemos que hacer para salir de nuestra pecera digital y recuperar nuestra vida social. No es posible volver atras, y la desconexion es un señuelo: depende de nosotros hacer frente a esta nueva civilizacion que nos ha arrastrado y transformado de raiz en apenas veinte años.En La civilizacion de la memoria de pez, Bruno Patino denunciaba los peligros de una humanidad que ya entonces estaba confinada entre los cristales de su pecera digital: perfectamente libres para nadar en sus aguas y abiertos a todo, pero atrapados dentro de unos limites que no por ser transparentes resultaban menos rigidos, incapaces de concentrarnos ni de crecer, agotados por el paso del tiempo y las interminables exigencias de las notificaciones que acosan nuestros dispositivos.La experiencia sin precedentes de la pandemia puso en evidencia esta misma situacion: somos una sociedad desatenta y olvidadiza, que se salvo del asilamiento gracias a su capacidad tecnica para hablar, trabajar, verse, mantenerse en contacto y divertirse a distancia, pero al mismo tiempo descubrio, de forma acelerada, los barrotes de su prision digital, libre para saberlo todo, pero carente de deseo; parloteando constantemente, pero ansiosa de contactos reales...Ahora, cuando por fin hemos podido abandonar la pecera de nuestros hogares, sabemos al menos lo que tenemos que hacer para salir de nuestra pecera digital y recuperar nuestra vida social. No es posible volver atras, y la desconexion es un señuelo: depende de nosotros hacer frente a esta nueva civilizacion que nos ha arrastrado y transformado de raiz en apenas veinte años.
Ver más