La hora veinticinco es la hora que sigue el momento final, cuando ya todo se ha terminado y ni siquiera cabe redención, la hora del triunfo de los falsos profetas que prometen la felicidad de las generaciones futuras a cambio de la sumisión inhumana de las presentes. Frente a estos profetas, C.V. Gheorghiu alza su voz en este libro, una de las novelas definitorias del espíritu de nuestro siglo, una obra que quedará para siempre como retrato y testimonio de una época.
La hora 25 es una de las novelas definidoras de nuestro tiempo, una defensa apasionada de la libertad y de la dignidad del hombre en la que millones de europeos reconocieron su drama y su esperanza.
Gheorghiu relata con trazos fuertes y vivos la historia de San Juan Crisóstomo, un hombre dotado de excelsas cualidades, que las puso al servicio de Dios. San Juan Crisóstomo (Antioquía 347-404) es uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia de Oriente y uno de los tres pilares de la Iglesia ortodoxa con Basilio y Gregorio. Famoso por su predicación y su teología, su vida no fue tranquila y estuvo implicado en algunos de los acontecimientos más importantes de su época. Bautizado a los 23 años, fue el discípulo preferido del filósofo Libanio, al que abandonó por una vida de ascetismo extremo. Fue ordenado sacerdote y más tarde Obispo de Antioquía, dedicándose intensamente a la predicación. Su fama y elocuencia le llevaron a ser nombrado Patriarca de Constantinopla, a donde tuvo que ir escoltado porque el pueblo de Antioquía no le dejaba marchar. En la capital del Imperio estuvo en contacto directo con los Emperadores y las más altas autoridades. Su denuncia contundente e incluso temeraria de los abusos y pecados le granjeó fuertes oposiciones civiles y eclesiásticas. Se llegó a alzar un Concilio en su contra. Fue depuesto y vuelto a reponer. Finalmente, desterrado por el emperador Teodosio, y sin que las protestas del Papa Inocencio sirvieran de nada, murió mientras le conducían a su destino en lo más remoto del Imperio.