Cyril Collard era un joven cineasta y músico francés que había publicado ya, en 1987, una novela titulada Condamné amour, cuando salió en París, 1989, su segunda novela, Las noches salvajes, llamando sobre todo la atencion de la critica, que, si en parte apelo al escandalo, fue en todo caso unanime al considerarla innovadora, reveladora, escrita con fuerza y agilidad, sorprendente, nueva en el panorama de la literatura francesa contemporanea. Mas tarde, el propio Collard asumio la adaptacion, realizacion y musica de la pelicula basada en su propia novela, y tambien desempeño en ella el papel de protagonista. El tratamiento narrativo de la pelicula es, en imagen, el mismo que el de la novela, y en todo caso es absolutamente fiel a la terrible y perturbadora historia autobiografica que cuenta. El mismo publico de la pelicula, que aumentaba dia a dia, fue situando tambien la novela durante varios meses a la cabeza de los libros mas vendidos. El protagonista tiene 30 años y le gustan los chicos, en particular Samy, un poco golfo, y Jamel, hijo del Islam y de la Coca-Cola. Pero tambien estan todos esos cuerpos anonimos que se apoderan de el durante los perversos ritos de las noches salvajes. Ademas, como quien no quiere la cosa, tambien le gustan algunas chicas. Sobre todo Laura. Parece quererlo todo. O tal vez no quiera nada. Es seropositivo. Por cobardia o miedo de perder a Laura, no se lo dice la primera vez que se acuestan. Puede haberla contagiado. Pero ella tiene 17 años y lo ama con locura; ya no pone limites a su amor y, pese al mal que ya debe de habitar su cuerpo, recurre a todos los medios para no perderle: ruegos, violencia, mentiras, chantajes. Se toman y se dejan con una pasion compulsiva, al mismo ritmo frenetico con que esos jovenes condenados a muerte circulan en moto, copulan en la sombra debajo de los puentes, se someten a brutales rituales, se drogan, beben y escuchan musica hasta reventar, se entregan al sexo con la energia de la desesperacion, del que no tiene nada que perder y si algo que ganar mientras un soplo de vida se lo permita. Collard conduce al lector hacia los infiernos en los que vive buena parte de la juventud de hoy y pone al desnudo ante nuestros ojos atonitos la crudeza de un mundo que deseamos ignorar, dejandonos sin aliento, sacudidos por una realidad que late a nuestro lado sin que podamos oponerle argumento moral alguno, porque esos jovenes, algunos aun adolescentes, que conviven con la muerte han traspasado todos los limites de una posible cordura.
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