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Y Dios, el Dios de Dante Medina, se queda boquiabierto, sin palabras, pasmado ante estos poemas que no son el lenguaje al que Él está acostumbrado: la oración. Y todo porque, sin duda, este Dios tiene buena memoria, y se acostumbró al otro Dante, el que escribía para elogiar, el que hablaba el lenguaje de la ortodoxia: ahora tendrá, Dios, que acostumbrarse a este new Dante, al de los medios de comunicación, la radio y la tele, y la mercadotecnia, el que le exige que atienda asuntos de la vida práctica, problemas reales de personas de carne y hueso, y que se deje "Dios" de tantas parafernalias, y se ponga, ¡digo yo!, a leer poesía, a ver si le injerta, de una vez por todas, algo de ironía divina al universo.
Naiden sabe de amor. Es eso. Ya me lo figuraba. Con su expresión de cínico feliz (le verdeaban los ojillos), en Triana, Dante Medina me vino con las castañuelas de que en Moguer había conocido a un personaje excpecional, Chema, que le publicaria esta obra extraña, desconcertante, rara ( menos mal que quedan lectores inteligentes en esta España que cae, le dije), y que -siguio estusiasmado de verme- se trata de una Noveloesia, novela y poesia, pero que de ningunisima manera pensara en adefesios de prosa poetica o de pretensiones apantalla-pendejos, no, era una novela, novela de verad, pero que el amor estrellistico, el unico, que su personaje tiene por las muchachas, por La Muchacha Universal, no se puede expresar con la retorica de la narracion sin recurrir a la ayuda indispensable de los recursos de la poesia.