"Personalmente, yo, yo..." ¿Fragmento de un discurso de dominio o seguro contra todo riesgo? ¿Qué puede enseñarnos el psicoanálisis sobre la megalomanía, como goce de poder? ¿De dónde viene? ¿Qué esconde? Curiosamente, Freud no encaró este tema tan común de la psicopatología de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, desde la mitología hasta la vida social, pasando por la literatura, el arte, la religión y la política, el trazo megalómano se inscribe en lo más profundo de nuestro ser en una busca infatigable de satisfacción total e incondicional. Nostalgia de una madre omnipotente, cuya mirada suscitaba el narcisismo del hijo protegiéndolo así de toda fragmentación, de toda división. Paradógicamente, esta necesaria defensa puede a la vez llevarnos a la creatividad y a la criminalidad. Pero, ¿cuándo se vuelve perversa? A partir de casos clínicos y de numerosos ejemplos, Denise Lachaud, verdadera pionera en esta temática, responde a todos estos interrogantes y no duda, con humor, en reflexionar sobre los mismos psicoanalistas.
¿Los celos son más frecuentes en los hombres que en las mujeres? ¿Podemos considerar, al igual que Freud, que son (la rivalidad) o delirantes, como lo demostraría el mecanismo de proyección que constituye su fundamento? Los celos no son envidia; Mélanie Klein y Lacan ya lo han demostrado. La envidia consume al sujeto que la padece, tal es el caso de San Agustín, lívido antes el espectáculo de su hermano menor prendido al seno materno. Destruir esta completud, destruirse, por no poder arrebatar al otro el goce de la madre, del Uno. Lacan fue el primero en señalar que los celos pasan por la identificación con el otro y suponen un tercero. Pero, al igual que el amor, ignoran la diferencia de sexo. La jalouissance no quiere renunciar al Todo, a la Mujer, a la madre. Denise Lachaud reflexiona sobre la teoría psicoanalítica de este afecto y sobre sus casos clínicos y nos propone encarar la función estructural y su incidencia decisiva tanto en la clínica como en la existencia de los sujetos. Este sentimiento -que tan frecuentemente es confundido con debilidad, culpa o pasiónmanifiesta sin embargo su caudal creativo, en la frontera de lo imaginario y lo simbólico. Superando las resistencias de los mismos analistas, Lachaud rectifica su enfoque subrayando que se debe penar no en los celos (en general) sino en los distintos tipos de celos.
Por medio de la reflexión sobre sus propios casos y gracias a conceptos heredados de Lacan el Otro, el goce, lo imposible, el desvanecimiento del sujeto, Denise Lachaud vuelve a dirigir con clarida