Ubi societas ibi ius, aforismo latino, bien conocido entre juristas, que atestigua que la juridicidad es una característica inherente a cualquier tipo de sociedad humana, supuesto que cualquier colectividad, para poder existir, necesita de un sistema de decision con fundamento en la auctoritas (que no, necesariamente en la potestas, aunque la Modernidad asi lo haya anhelado establecer) que sirva para dirimir los posibles conflictos que de la vida socio-politica se derivan en la cotidiana existencia. Quiere ello decir que el Derecho, por lo general, esta profundamente encarnado en las tradiciones culturales de los pueblos que lo generan, al igual que la lengua, para garantizar asi la mas perfecta comunicacion social, permitiendo que, cuando en una sociedad exista o se produzca un problema de entendimiento, se pueda resolver de una forma civilizada, manteniendo la paz social. El Derecho se positiviza, de muy diversas maneras y a lo largo de muchos siglos su forma de manifestacion ha sido la costumbre y la tradicion (tambien como la lengua); costumbre y tradicion en cuya elaboracion, durante siglos, el pueblo, como verdadero forjador, tuvo mucho que decir. Durante buena parte de la historia humana, la funcion del Derecho nunca fue establecer como debieran ser las sociedades, que lo eran (naturalmente) como tradicionalmente lo habian sido durante siglos, sino que fue un instrumento de resolucion de conflictos que miraba al antecedente, a la costumbre, y que materializaban los juristas en el sostenimiento de las instituciones. Con la llegada del pensamiento ilustrado y la modernidad, la confianza ciega en la razon humana prospero de tal manera que, como en otros muchos campos del saber y de la ciencia, el derecho empezo a concebirse como producto, no de los buenos habitos juridicos, sino de la razon, por lo que, en consecuencia, podia ser ingeniado y producido por la voluntad racional representante de la nacion; de esta manera, el derecho empezo a ser concebido como un elemento de ordenacion social (ordenamiento). Desde entonces los que legislan (en nombre del pueblo, pero sin el pueblo) se han atribuido, con diversas formas de justificacion, la legitimidad de construir la sociedad (ordenarla) y de establecer como deben comportarse los ciudadanos que en ella habitan, para hacer que aquella resulte supuestamente mas aceptable. Por lo general, ademas, en estas sociedades modernas (cada vez con normas y valores mas homogeneos y globales), los que establecen las reglas (ingenian, idean, imaginan, bosquejan la sociedad) cobran por ello y viven de ello, mientras que el resto de mortales de a pie, los llamados ciudadanos, pagan por obedecer.
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