Enrique Lorenzo vio frustrada su carrera como futbolista profesional cuando un rinoceronte se sentó sobre sus rodillas en un safari. Ahora se dedica temporalmente a dibujar mientras espera a que les trasplanten las piernas de Messi.
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Para darle una buena lección, Martina, la mujer de un leñador vago y demasiado aficionado a la bebida, convence a los enviados de un noble de que su marido es el único médico capaz de sanar a su hija Lucinda. El problema es que es un hombre algo estrafalario, que seguramente negara ser medico. El truco para que desempeñe su profesion consiste en darle unos buenos palos.