Fernando Bartolomé BenitoLa ceniza, según el mundo clásico, fue considerada como el lugar donde se oculta la potencia creadora, la capacidad de fabular la ficción. Y será de esa tradición de la que beberan Fernando Bartolome y sus relatos. Quien los lea vera que sus temas proponen una ruptura con la vida cotidiana y gris, ya por las circunstancias que rodean a las anecdotas, reales o fingidas, ya por la nervadura excepcional de sus personajes. Aqui podra el lector encontrar amores gloriosos y funestos, bajeles hundidos y descuartizados como ballenas, sanadores lapidados, la inevitable locura cotidiana, el infortunio acechante, la mudable fortuna, la intolerancia de un pasado de piedra, un par de brochazos de guerras inciviles, un apologo, la sazon del humor y mil cosas mas que de todo hay en este, como diria el propio autor, "manojuelo que hoy se pone en plaza". No estamos ante una literatura especulativa, aqui no hay fragilidades. Con unos personajes potentes, tramas poderosas, pulso narrativo firme, y una lengua rica y labrada caracteristica de toda la obra de Fernando Bartolome, el producto final es, como no podia ser de otra manera, una narrativa que nos prende desde la primera frase y nos quema con esa intensidad ardiente, con la autenticidad lacerante que debe actuar sobre la mente del lector hasta dejarle abrasado, como afirmaba Cortazar.
Don Diego Sarmiento de Acuña, señor de Gondomar, fue nombrado embajador de Inglaterra por su Majestad D. Felipe III en el año 1612.Tras este dato, frío y burocrático, se abre la dilatada carrera del mas avisado y experto embajador español de la Edad Moderna.El Conde de Gondomar, tan admirado como odiado en las chancillerias europeas, condensa en su persona terminos tan antonomasticos como el Embajador de España y el Maquiavelo español (T. Scott scripsit), que resumen su papel en la Europa del primer cuarto del siglo XVII. Personaje fractal, complejo, no agota en la Embajada su andadura por las altas magistraturas de la Administracion de la Monarquia; miembro de la pequeña nobleza terruñera, aquella fidalguia provinciana de Murguia, condensa en si mismo el destino, la herencia de una parte, la mejor, de la aristocracia del antiguo reino de Galicia: el servicio fiel a su monarca y a su pais, Galicia, reclamando como politico sus instituciones preteridas, reivindicando como erudito su cultura, su historia y defendiendo como soldado el suelo patrio con la espada en la mano. Su vida alternante, acaballada, dira el mismo, entre Europa y España, entre Galicia y la corte, entre los libros y la politica, nos propone la semblanza de un gallego ejemplar tambien en los ambitos del saber; en un tiempo en el que la cultura era poder, el conde de Gondomar pone de manifiesto su condicion de estudioso en campos como la bibliofilia, la erudicion o el mecenazgo.