En un solo día de la vida del ingeniero Ivo Brandani (mientras espera un avión que lo lleve de vuelta a su ciudad desde el Mar Rojo) se nos cuenta toda su existencia, vivida en «tiempo de paz» pero s
Desde su observatorio en una séptima planta, el narrador de La avenida radiografía la Ciudad de Dios, metrópoli decadente y moderna habitada por una nueva clase social, el Gran Relleno. Este extraviado y lucido hijo del siglo xx desgrana la historia del barrio paria en el que vive, que propicio con su mano de obra la belleza de la ciudad eterna, a la vez que analiza su propio desencanto: historiador del arte, funcionario corrupto, excomunista sin nostalgia. Como en La vida en tiempo de paz, Pecoraro logra de nuevo una novela unica, arrolladora, total. Su estilo acerado abarca la digresion filosofica, la satira, la indagacion sociologica y su Ciudad de Dios, una Roma que no ha agotado su capacidad simbolica, es la gran metafora de nuestro tiempo: un futuro que se desangra sin utopia.
Desde su observatorio solitario en la séptima planta de un edificio de viviendas, el narrador sin nombre de La avenida radiografía la Ciudad de Dios, una metrópoli decadente y moderna habitada por una nueva clase social, el Gran Relleno. Tambien desde el Bar Porcacci observa la vida de los vecinos de aquel barrio paria (llamado la Pequeña Rusia durante los años del fascismo) que erigio, con olvidado heroismo, la belleza de la ciudad eterna. Por ultimo, este extraviado y lucido hijo del siglo xx analiza su propio desencanto: aspirante a historiador del arte, funcionario propenso a las corruptelas, excomunista sin nostalgia.Como ya hiciera en La vida en tiempo de paz, Francesco Pecoraro levanta un gran fresco del fin de una epoca, la nuestra. Su proyecto narrativo posee la ambicion de los inventores de la novela moderna: Auto de fe, Los sonambulos, Berlin Alexanderplatz o Manhattan Transfer. Su estilo acerado abarca la digresion filosofica, la escena satirica, la indagacion sociologica. Y su Ciudad de Dios, una Roma que nos recuerda que no ha agotado su capacidad simbolica, se nos presenta como la gran metafora de nuestro tiempo: con un futuro ya muerto que se desangra sin utopia.