Gabriel Insausti, es Doctor en Filología Hispánica y en Filología Inglesa, Master of Arts en Filosofía y en Historia del Arte. Ha sido visiting scholar en las universidades de East Anglia y Aberdeen. Autor de varios libros de poemas y numerosos artículos y reseñas, ha editado y/o traducido a Larra, Cernuda, Victor Frankl, Coleridge, Cecil-Day Lewis o los románticos ingleses. Fue finalista del Premio Nacional de Literatura en 2002.
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Exiliado a raíz de la guerra civil de 1936 y residente en Glasgow, Cambridge y Londres entre 1937 y 1947, el Luis Cernuda de los años cuarenta acusa una notable influencia de la poesía inglesa y un cada vez más decantado romanticismo, que ya se había anunciado en Invocaciones (1935).
La vida que ellos viven. La que a veces adivinas, furtivo, en los rostros que pasan por tu calle. La que sólo conoces por susurros oídos por azar junto a tu mesa, a la hora del café. La que te incita a pensar en ciudades, malecones, juzgados, factorías. La que hace que ahora escribas, distraído, unos versos sin fe. La que tú nunca cambiarías, lo sabes, por la tuya.
Un abogado corrupto dominado por la rubia peligrosa que ocupa su segunda casa. Una camarera con vocación de sufridora que bebe los vientos por un desquiciado y reticente pistolero. Un celoso comisario decidido a cerrarle el garito al fullero del barrio. Y, por supuesto, un frío cerebro acreditado en docenas de golpes, un cerrajero capaz de enfrentarse a cualquier caja fuerte y un contrahecho e irascible conductor. Tales son las piezas con las que John Huston compuso su ambicioso rompecabezas, en una de las cumbres más visibles de su carrera, La jungla de asfalto; con la ayuda de un equipo técnico y artístico de primera fila y un notable reparto: no en vano ha pasado a la Historia como la película que lanzó a Marilyn Monroe. Entre el clasicismo y el film noir, entre los imperativos de la industria y la iniciativa artística de un rebelde, La jungla atesora un buen puñado de razones para el disfrute.