El arte de la Tauromaquia impresiona vivamente los sentidos; no basta con contemplarlo fríamente, hay que vivirlo. La Tauromaquia se vive desde la pasión que inunda el corazón y arrebata el entendimiento. Se puede, se debe en tantos casos, analizar lo contemplado, lo vivido, pero cuando surge esa arrebatadora llama en el movimiento fugaz de un capote, de una muleta, en la llamarada de un engaño bermejo que araña el viento para crear una sublime pasion, cuando lo vemos en las puntas aceradas de los pitones de una res, como si de fuego de San Telmo se tratara, buscando hacer presa en el aire, rayo doloroso, violento, natural, prende en nuestro interior un hogar de calidas sensaciones, de ardientes vivencias, de tauromaquias vividas. La tauromaquia se vive, se siente, nos hace recrearnos en la vida, en la natural superioridad humana sobre la naturaleza. Cuando surge ese efimero, y a la par imperecedero, arte, nos sentimos mas humanos porque somos capaces de creer en el hombre, en su capacidad creativa, porque nos emociona como casi ningun otro. La tauromaquia se vive no solo en la plaza, sino tambien en el estudio, en su profundizacion, en su interiorizacion, en su discusion. No muere en invierno como hoja caduca, sino que brota tras el otoño en nuevas inquietudes. A ofrecer sem
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