Halldór Laxness (Reykjavik, 1902-1998), de nombre real Halldór Gudjónsson, es sin duda el escritor que ha alumbrado las mejores obras de ficción en lengua islandesa desde la Edad Media. Siguió los estudios elementales en su país y tuvo la oportunidad de viajar por Europa durante el período de entreguerras. Tras recluirse en un monasterio y convertirse al catolicismo, viajó a Estados Unidos, donde inició su conversión a un socialismo que nunca fue doctrinario. Escribió poemas, ensayos, artículos periodísticos, crónicas de viajes y, sobre todo, novelas, como Gente independiente (1935), La campana de Islandia (1943-1946) o La central atómica (1948), que le valieron el reconocimiento internacional y un merecidísimo Premio Nobel de Literatura concedido en 1955.
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Ambientado en el siglo XVIII, La campana de Islandia es un relato concebido en forma de tríptico, que se desarrolla siguiendo las pautas de la mejor tradición épica de las sagas islandesas medievales. Islandia era por entonces una colonia danesa poblada en su mayor parte por campesinos y granjeros que vivian sumidos en la extrema pobreza. Uno de ellos, Jon Hreggvidsson, a causa de una temeridad tiene que enfrentarse con las autoridades islandesas, que obedecen directamente al monarca danes. El granjero es detenido pero se fuga con la intencion de viajar a Dinamarca a resolver el conflicto. Con La campana de Islandia, Laxness pretendio ensalzar el caracter genuino de su pais, de sus gentes, de su lengua y en general de una nacion que habia vivido durante siglos bajo el dominio danes y que se independizo totalmente durante la gestacion de la novela. Mas alla de lo exotica que la propuesta pueda parecer, esta obra es una muestra de alta literatura de uno de los mejores escritores nordicos del siglo XX.
Delicioso divertimento literario que reúne todo un catálogo de personajes y de anécdotas cuyo denominador común es su relación con el protagonista: Alfgrimur es un muchacho que, abandonado por su madre al nacer, crece con su abuelo, Bjórn, un pescador que se niega a variar el precio del pescado ignorando la ley de la oferta y la demanda. En su casa, a las afueras de Reikiavik, conocerá a una asombrosa colección de excéntricos, desde capitanes de guardacostas hasta especialistas en fosas sépticas. Laxness, haciendo recordar a Dickens, comienza su divertido collage de temperamentos, con este párrafo inolvidable: "Un sabio afirmó que, aparte de perder a su madre, para un niño no hay nada más sano que perder a su padre. Aunque lejos de mi suscribir en su integridad estas palabras, lo cierto es que también sería el último en rechazarlas de plano."