La guerra y la propaganda han sido siempre -desde tiempos remotos hasta nuestros días- fieles compañeros. En todas los conflictos armados es preciso obtener el respaldo de los que van a luchar, y de la poblacion civil que tambien sufrira las consecuencias de la contienda. La capacidad de persuasion y la habilidad propagandistica de los jefes politicos y militares juegan un papel fundamental en el inicio y en el avance de las acciones belicas. En el siglo XIX, las convulsiones provocadas por la Revolucion Francesa primero, por el derrumbamiento del orden establecido en el Congreso de Viena despues, y por el empuje de los nacionalismos en gran parte de los paises europeos, fueron el origen de numerosas guerras civiles e internacionales. Desacostumbrados a tener que contar con una opinion publica capaz de alterar sus decisiones politicas, los gobernantes recurrieron a complejas estrategias propagandisticas para imponer su voluntad. El presente libro analiza cuatro casos concretos, en los que los protagonistas manejan con desigual suerte el dificil arte de la propaganda: Napoleon en su faceta de carismatico orador magistral; Lord Byron y los artistas romanticos como impulsores de la independencia griega; Otto von Bismarck, diplomatico genial y astuto manipulador de la opinion publica, como forjador de la unidad alemana; y el desafortunado papel de la prensa española en la guerra hispano-americana de 1898.
A lo largo del siglo XVI, la arrolladora revuelta desencadenada por las tesis de Martín Lutero fue posible, entre otras condiciones, por las novísimas técnicas de impresión que, desde mediados de la centuria anterior, venían revolucionando el ámbito de la comunicación. Los talleres de imprenta afincados en las ciudades más importantes del norte de Europa produjeron una avalancha de publicaciones que, al mismo tiempo que transmitían información y opiniones sobre la ruptura con el poder religioso romano, ridiculizaban o demonizaban al Papado y a sus paladines, a través de dibujos y grabados, hojas volanderas, cartas, panfletos, etc. En este convulso escenario, Felipe II afrontó el reto que representaba para su reinado y sus convicciones la acometida ideológica que constituía la Reforma Protestante.