La aventura humana, que conduce a tomar conciencia y descubrir a Dios, parte en mayor medida de las realidades de todos los días. Todos podemos acceder a la belleza del Evangelio.
Hoy se parte de lo humano, de las realidades cotidianas de las mujeres y hombres de nuestro tiempo para interrogarnos sobre el sentido de la vida, sobre la posible existencia de una presencia trascendente en la medula de la condicion humana. No dejamos lo humano para ir a Cristo.Hay personas que dicen, como disculpandose: Yo no creo en Dios, pero creo en el hombre. Pero resulta que ambos son inseparables. ¿Acaso no es el hombre la revelacion de Dios? Asi pues, la aventura humana, que conduce a tomar conciencia y descubrir a Dios, parte en mayor medida de las realidades de todos los dias. Todos podemos acceder a la belleza del Evangelio.
Diálogos libres entre el obispo Jacques Gaillot y el teólogo Eugen Drewermann. Dos hombres que discuten sin trabas ni censuras. Dos visiones con acentos diferentes sobre la fe cristiana: la dimensión social y la atención a los excluidos, tan presentes en Gaillot, y la dimensión más interior, la búsqueda de la liberación de la angustia humana y el respeto a la inteligencia, tan importantes para Drewermann.
Una bocanada de aire fresco. Un soplo de libertad. Una mirada tierna y compasiva a los pequeños y a los marginados. Una auténtica pasión por la justicia. Una visión positiva y esperanzada de nuestra modernidad y sus acuciantes problemas. Una palabra sencilla, pero comprometida, que "muerde" en las verdaderas realidades cotidianas. Un pastor preocupado por hacer llegar la Buena Nueva tanto a ese 90% de hombres y mujeres a quienes no llega la Iglesia como a ese 10% que sigue aun frecuentando los templos: ese es Jacques Gaillot, el obispo de Evreux. Este libro, carente de todo tipo de pretensiones, permite conocer a un hombre por encima de las anecdotas que le han hecho popular: un profeta "a ras del suelo" profundamente enraizado en el Evangelio y que se atreve a responder, sin rodeos ni prejuicios, a los numerosos interrogantes que le plantea la vida diaria: enfermos que mueren de Sida, prisioneros, objetores de conciencia, pequeños propietarios despojados de sus tierras, divorciados que se han vuelto a casar, jovenes que no conocen en absoluto a la Iglesia, comunidades cristianas sin sacerdote, etc. Jacques Gaillot es, ante todo, un obispo libre que defiende el legado del Vaticano II, que critica la falta de democracia en el seno de la Conferencia Episcopal, que prefiere que sus curas hablen mas de justicia que de disciplina sexual, que sueña con una Iglesia que aspire menos a la "reconquista" de pasados esplendores que al servicio de los marginados, de los excluidos, de las "ovejas perdidas".