La obediencia, la pobreza y la entrega total de los miembros de la Orden que rige la vida templaria marcan el destino del último templario de Aragón, morador del castillo montisonense. Allí unos cuantos caballeros afrontan la difícil situación que viven: defienden su vida y sus posesiones, reciben ayuda de algunas personas, preparan su irremediable final, e incluso, surge el amor.
Los movimientos políticos y sociales del siglo XIX y la mala distribución de la propiedad provocan que las clases más desfavorecidas busquen sus medios de subsistencia. Algunos sólo encuentran una salida echándose al monte. El tránsito por los caminos se torna peligroso. Por Aragón campan Cucaracha, El Floro, Chichón, Tasán, Esteban Cisneros... y otros muchos. Son los bandoleros románticos aragoneses, admirados y temidos por el pueblo y cuyas aventuras han quedado en la tradición oral. En esta publicación aparece la historia y vida de estos hombres que el tiempo convirtió en leyenda.
El bandolerismo se propagó, con mayor o menor intensidad, por toda la geografía peninsular e insular. Durante el siglo xix se generalizó la figura del bandolero romántico, que robaba a los ricos para repartirlo entre los pobres, abanderado de la justicia social, fuera de la ley.