Exterioridad es un modo privilegiado de nombrar todo aquello que nos es otro, ajeno, diferente, extraño. El pensamiento occidental, en la época de su modernidad, ha definido su programa y su ideal en la forma de una apropiación, de una interiorización de lo Otro que venza definitivamente el límite y se sitúe en la cima de una cultura sin exterior, de un ser que ha devorado enteramente su exterioridad. El tiempo ha sido, por su parte, la forma suprema de esta apropiación, el signo mismo de la interioridad y la interiorización a modo de memoria del pasado o perspectiva del futuro. Y el espacio -Naturaleza, Ciudad, Cuerpo-, en consecuencia, ha servido como significante de la exterioridad, como forma de la exterioridad, en palabras de Kant. Hablar, pues, de las formas de la exterioridad, es nombrar los poros por los que el ser y el pensamiento se derraman en el espacio de modo irrecuperable, sin posibilidad de rememoración o anticipación; y es, por ello, nombrar también una otredad, una extrañeza que no puede ser asumida ni admitida en el interior o que, cuando lo es, destruye el interior hasta borrar la posibilidad misma de una distinción dentro/fuera. Tal momento señala, desde siempre y para siempre, la hora inaugural del pensamiento.
Pintar, escribir, pensar... ¿cabe hallar la medida común de esas tres tareas? ¿Compensar la radical incompatibilidad de lo Visto, lo Escrito, lo Pensado?
El de Gilles Deleuze es un nombre común en el pensamiento contemporáneo. Un poco de Deleuze, se diría, va bien en todas partes, por algo tiene fama (Foucault dixit) de ser un pensador a la altura de los nuevos tiempos. Es legitimo, sin duda, utilizar a Deleuze para dar un barniz intelectual a la vez que provocador a cualesquiera propuestas, y hasta a veces parece que sus propias formulaciones, tan llamativas, invitan a ello. ¿No fue Deleuze quien dijo que la obra de un filosofo es una caja de herramientas de la que debemos tomar lo que nos sea util? Pero es seguro que cuando Deleuze hizo esta afirmacion no se referia a las formulas verbales que podamos encontrar en un autor determinado, sino mas bien a los conceptos vivos, o sea, esos que residen no en las cosas (a veces sorprendentes) que los filosofos dicen, sino en las que hacen al pensar, por mucho que estas segundas sean mucho mas trabajosas de identificar que las primeras y requieran mucho mas rigor que el de un simple barniz. Son estos conceptos vivos de Deleuze los que aqui se persiguen, sin olvidar que hablar de Deleuze es hablar de la coyuntura que atraviesa la filosofia contemporanea y acaso en general nuestro tiempo, y que ello puede y debe hacerse con la perspectiva y con la osadia que requiere la lectura filosofica: nunca con la intencion de pron...