La Segunda Guerra Mundial ha sido, y es, continua fuente de inspiración para emprender ambiciosos proyectos cinematográficos, proporcionando al género bélico algunas de sus más brillantes realizaciones. La magnitud del conflicto, la extensa área geográfica donde se produjeron los combates, así como la intensidad de éstos, parecieron confluir para edificar el guión perfecto con el que muchos directores llegaron a moldear auténticas obras maestras. Tanto el cine producido con fines marcadamente propagandísticos para mantener alta la moral durante los críticos años presididos por la guerra, como las grandes superproducciones filmadas a lo largo de las décadas posteriores, han proporcionado al llamado Séptimo Arte una serie de títulos actualmente ya antológicos como: «Sangre, sudor y lágrimas», «El día más largo», «La batalla de Inglaterra», «Los cañones de Navarone», «La gran evasión», «Patton», «El tren», «¿Arde París?», «Un puente lejano», o las demoledoras «El submarino», «Enemigo a las puertas» y «Salvar al soldado Ryan». Todas ellas, junto a otras más, no cabe duda que dejaron una huella indeleble en el imaginario colectivo de varias generaciones.
Durante el año 1975 se vivían tiempos difíciles en el territorio del Sahara español. En estas circunstancias, las distintas unidades del Ejército de Aire estacionadas en la Zona Aérea de Canarias y el África Occidental estaban destinadas a desempeñar un importante papel a lo largo de los meses que duró la crisis. Veteranos de las operaciones aéreas sobre el desierto desde el año 1957, los escuadrones desplegados en el área conformaban una fuerza de combate perfectamente capacitada para aplicar las tácticas más convenientes con las que enfrentarse al oponente en un entorno dominado por un ambiente realmente hostil. El peso principal de la actividad aérea desarrollada durante la intensa campaña descansaba principalmente sobre los tres escuadrones del Ala Mixta nº 46, la 408 Escuadrilla y el destacamento enviado por el Ala nº 21 a la zona. Dotados con Douglas C-47, CASA C-212, Hispano-Aviación HA-200 Saeta, North American T-6 Texan, CASA C-127 y Northrop SF-5A/SRF-5A, cubrieron una amplia gama de misiones dedicadas al transporte, reconocimiento armado, ataque o enlace, entre otras muchas. Por su parte, el Ejército de Tierra aportó al esfuerzo su flota de Bell UH-1H Iroquois, Bell OH-58A Kiowa y SA-319B Alouette III, pertenecientes a la Unidad de Helicópteros nº II, cuya historia estuvo ligada al Sahara desde el mismo momento de su nacimiento.
En el año 1935 aparecía en la escena de la guerra aérea una nueva máquina: el Junkers Ju 87, un bombardero en picado de amenazador aspecto. Tras probarse sobre el cielo de España, pronto se convirtió en uno de los engranajes principales de la denominada "Guerra Relámpago".