Una aproximación a la historia de las fuerzas armadas al servicio del bando nacional durante la guerra de España. Armas combatientes, servicios, fuerzas navales y aéreas; desde las primeras formaciones sublevadas con los generales Franco y Mola hasta el gran ejército con efectivos superiores al millón de hombres en los días finales de la guerra. El proceso de creación y organización de las unidades, la obtención del armamento y material bélico —proporcionado en su mayor parte por Alemania e Italia—. Las fuerzas de África, la Legión y los indígenas marroquíes; las milicias de Falange y el Requeté —y otras minoritarias—, las fuerzas de orden público, Guardia Civil y de Asalto, guerrillas y contraguerrillas. La intervención extranjera, el CTV y la «Aviación Legionaria» italiana, la Legión Cóndor alemana, y —en número mucho menor— los voluntarios procedentes de otros países. La oficialidad, los mandos provisionales, uniformes y distintivos, condecoraciones, estrategia y táctica, la música militar...
La independencia de Hispanoamérica está asociada a ciertos clichés que en muchos casos son desmentidos por la realidad. Contra lo que muchos piensan, los movimientos independentistas fueron iniciados y sostenidos por las clases acomodadas, mientras el bando realista estuvo apoyado preferentemente por los sectores populares, incluso por núcleos indígenas poco o nada asimilados al sistema virreinal. Este es, entre otros, el caso de los llaneros de Venezuela, a cuya cabeza surgió de forma espontánea un auténtico conductor de masas, Tomás Boves, una de las figuras más representativas de la guerra independentista y en general de la historia sudamericana.Sin experiencia militar previa, mostrará unas notables dotes de organizador, administrador y gobernante de los territorios conquistados; una indomable constancia ante la adversidad y un valor que le hizo ponerse a la cabeza de sus formaciones de lanceros - la División Infernal para sus enemigos - sin vacilar, a las que condujo personalmente a la victoria, al triunfo definitivo sobre los independentistas, mandados por un jefe del genio político y militar de Bolívar.
El 11 de noviembre de 1918 finalizaba la primera contienda mundial; pero la actividad bélica se iba a prolongar durante bastantes meses en la Europa central y oriental, en una sucesión de conflictos, a veces civiles, a veces internacionales, de los que acaso los más importantes sean los originados por la revolución alemana. En esos meses de confusas luchas tendrán sus inmediatos precedentes muchos de los elementos que configurarán la posterior situación política y estratégica europea; van a constituir por tanto un indispensable nexo entre la primera y la segunda conflagración. Derivados de los cuerpos francos que actuaron en las últimas etapas de la Gran Guerra, surgen ahora nuevos contingentes para el combate contra la subversión interna y la defensa de las fronteras amenazadas. Serán ellos los que protagonicen los combates junto a la puerta de Brandenburgo, en el Ruhr, el Báltico, la Alta Silesia...
Desde las elecciones de febrero de 1936, que dieron el triunfo al Frente Popular, da comienzo la preparación, por diversos sectores militares y civiles opuestos a la nueva situación, de un movimiento militar. Al no concretarse diversos proyectos iniciales, la jefatura de hecho de la prevista acción recae en el general Mola que atiende a su planificación desde su puesto de Pamplona, mientras gestiona la participación de fuerzas civiles de Falange y el Requeté en la prevista marcha sobre Madrid. Por otra parte, la crisis política a que se asiste en esos meses —especialmente el asesinato de Calvo Sotelo— favorece sus proyectos, decantando hacia una postura favorable a la rebeldía a mandos y fuerzas antes reacias a secundarla. La tarde del 17 de julio (¡el 17 a las 17!) da comienzo en Melilla el alzamiento, que se impone en todo el Protectorado. Sin embargo la inexplicable tardanza en secundarlo por los mandos comprometidos en la Península en unas horas decisivas, ofrece al Gobierno y a las fuerzas militantes que lo apoyan la posibilidad de organizar la resistencia en Barcelona, Bilbao, Asturias... así como en Madrid. Por ello, a pesar de que casi todas las guarniciones secundan la rebelión, esta fracasa tras pocas horas de lucha en puntos tan decisivos como la capital y Cataluña. Sobre todo, el Gobierno conserva la gran mayoría de los buques de la Escuadra, que bloquean el paso a la Península del ejército de África, prácticamente el único contingente operativo de las fuerzas armadas. Ello obliga a los jefes sublevados a lograr medios de procedencia extranjera para implementar el paso del Estrecho. Mientras por su parte, el Gobierno trata de conseguirlos en Francia; si bien en ese país se impondrá en pocos días el criterio de la «no intervención». Entretanto ambos bandos reducen la mayor parte de los enclaves enemigos en sus zonas de predominio; poco más de una semana tras el inicio del levantamiento puede decirse que están sentadas las bases de la contienda que se prolongará hasta abril de 1939.