El lazo que establecen los chicos con los animales no sigue los patrones de otros vínculos. Si se crean condiciones, ese contacto abre grietas, derrite corazas, derriba murallas y se convierte en un valioso aporte para la cura. Un aporte que podemos pensar desde el psicoanálisis. Entre chicos y animales surge un mundo enormemente enriquecedor para quien padece serias dificultades en la conexión con otros. A través de ese lazo "fuera de serie" ellos pueden entrar en contacto, curiosidad mediante, con eso "otro", también suyo, puesto allí y permitir entonces el ingreso de lo rechazado, admitirlo como propio, descifrarlo, producir algo nuevo y ponerle palabras al gruñido o al silencio. Los animales son una alteridad amigable y enriquecedoramente azarosa. Jugar con una cría animal es lo contrario de sujetarse a una programación. Bruno Bettelheim describió el autismo como "fortaleza vacía". Los animales pueden ser "caballos de Troya" con los que podamos desembarcar en ese amurallado y espectral recinto. Una vez allí, es posible plasmar intervenciones que los ayuden a diseñar nuevos modos de lazo social con otros y de intimidad consigo mismos. Que los acerquen al cachorro, y los alejen del autómata. Dicen que las fábulas fueron escritas en épocas de tiranos para decir lo que había que callar. En ellas hombre y naturaleza, palabra y silencio, intercambiaban sus papeles antes de volver a encontrar cada uno su lugar en la historia. El contacto con animales es un aporte para que chicos y jóvenes con dificultades puedan encontrar un nuevo lugar en sus historias. Domésticos o salvajes se convierten en personajes con quienes pueden intercambiar papeles, favoreciendo así que en alguna esquina del futuro ellos puedan encontrarse en mejores condiciones de conjurar los fantasmas de su pasado y animarse a conjugar el porvenir.
Juan Vasen nos invita a descifrar en esta obra diversas claves del sufrimiento padecido por infancias y adolescencias a causa de la pandemia y de las medidas adoptadas para enfrentarla. Y, como la última de esas claves, propone un contrapunto que podria definirse como el autentico desafio de la hora ante los chicos y chicas de hoy: no desesperanzar, sino transformar.El texto siempre ubica las manifestaciones que se presentan en estos momentos finales de la pandemia en su contexto. Porque las problematicas nunca son "de" las infancias, sino "en" las infancias. Desde esta perspectiva, las claves pasan por evitar patologizar o psiquiatrizar a niños y jovenes, por eludir el facilismo de subestimar su padecer y la irresponsabilidad de no acompañarlos asi como tambien por evitar caer en la simplificacion de mecanizar o biologizar el sufrimiento de ellos.Cualquier comprension y, mas aun, cualquier intervencion deberia tener muy presente que la sociedad esta inmersa en lo que se ha llamado una catastrofe de las certidumbres. Entonces, ¿pueden calificarse como patologicos determinados problemas o sintomas en un niño, niña o adolescente cuando quizas, en las presentes circunstancias, lo verdaderamente patologico seria no tenerlos?