En esta obra, el lector podrá encontrar un compedio de marcos normativos y medidas judiciales relacionadas con la nulidad, separación y divorcio, aclarando desde la jurisprudecncia dichos terminos y explicando las causas por las que se pueden dar, distinguiendo entre la legislacion civil y la eclesiastica. Se hace especial mencion a las efectos que origina la nulidad, la separacion y el divorcio, asi como el regimen juridico de los hijos. Al final del libro, se recopilan diversas resoluciones judiciales que sirven de ejemplo.
Esta es la historia de un seductor muy particular.Un hombre de éxito narra sus aventuras amorosas, pero hay algo más oscuro en el relato, una turbia intriga en la que ya aparece José Larraondo.
A finales del siglo XV, España fue el primer país en Europa en muchas cosas: el primero en aplicar una reforma católica, el primero en expulsar a los invasores musulmanes y el primero en crear una estrategia y ejército superiores a todos los demás. Los Tercios se forjaron por obra del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, en la reconquista de Granada. A partir de entonces, los tercios vencieron en todas las batallas en las que participaron en Italia, en Alemania, en Francia, en África, en Flandes, en las Azores… Y fueron uno de los pilares sobre los cuales la Casa de Habsburgo construyó su hegemonía en el continente. La imbatibilidad de los Tercios se prolongó durante siglo y medio. Bastaba que los combatientes de una batalla supiesen que se iban a encontrar con Tercios del rey de España para que su ánimo flojease. Y la élite de esta fuerza de combate eran los Tercios formados y mandados por españoles. La primera derrota de esta magnífica infantería ocurrió en la pequeña villa de Rocroi, al norte de Francia y cerca de los Países Bajos españoles. Europa se desangraba debido a la Guerra de los Treinta Años (1618-1648); España había comenzado su decadencia y Francia pugnaba por ocupar su lugar. Se cuenta que después de la batalla un oficial francés preguntó a un prisionero de cuántos hombres se componía el tercio en el que había combatido y el español se limitó a responder: "¡Contad los muertos!". Los soldados que habían convertido la guerra en su vida aceptaban antes la muerte que la rendición.