Llevo dando patadas por este mundo desde el 21 de junio de 1969. Cuando cumplí un mes, los americanos lo celebraron enviando a unos aventureros la Luna para que me trajesen unas muestras de roca lunar, pues ya sabían ellos que yo más tarde coleccionaría minerales, aunque como las cosas de palacio van despacio, aún no las he recibido. Ya sé que las comparaciones son odiosas, pero cuando los Reyes Magos de Oriente fueron a adorar a Bryan, llegaron con los regalos por delante.
Dejé Getafe y me fuí a vivir a Leganés para descubrir el mundo de la literatura de manos de
Federico Martín Nebras, en el colegio Trabenco. Allí aguardé hasta mis épocas de instituto con la esperanza puesta en las muestras lunares, pero la decepción me guió por el camino del abandono de las piedras (descubrí que las muy buenas eran muy caras, que las asequibles ya las tenía repetidas y que las selenitas no terminaban de llegar).
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