Je n'ai pas eu que de la malchance dans la vie, je n'ai pas quitté l'Espagne en 1938 avec les autres des Brigades. C'était si triste. Personne ne faisait attention à personne, il y avait un tel désordre. Quand j'ai traversé la frontière, on a tous basculé. J'étais blessée, il ne restait plus rien. Sauf la vie pour ceux qui pouvaient encore y croire. C'est drôle la vie, quand on regarde en arrière. On ne se souvient pas de tout mais, sans aucun doute, ce furent mes plus belles années.
«No tuve únicamente desgracias en la vida, no huí de España en el 38 con los otros brigadistas. Era tan triste. Nadie se ocupaba de nadie, había tal desorden. Cuando atravesé la frontera, todo se derrumbó. Estaba herida, ya no quedaba nada más. Salvo la vida para los que todavía podían creer en ella. Qué rara es la vida, cuando se mira hacia atrás. No se acuerda una de todo, pero sin duda aquellos fueron los mejores años de mi vida». Así termina uno de los relatos que conforman EL PASEO DE LAS DELICIAS, un nombre de reminiscencias madrileñas que a la vez conlleva una profunda carga trágica e irónica. La autora, Mercedes Deambrosis, escritora española afincada en Francia desde los doce años, nos pinta en esta obra un fresco lírico de la guerra civil a través de ocho relatos que conforman un conjunto narrativo propio. Ocho historias sobre gente común, con telón de fondo, a veces explícito y en ocasiones implícito, de la guerra civil española. Con una prosa excelente, sobria y sin alardes, precisa y sin concesiones, Mercedes Deambrosis resalta las contradicciones de la realidad a través de unos acertados retratos exentos de maniqueísmos: la misma barbarie y crueldad, la misma estulticia y cerrazón en uno y otro bando. En sus relatos no hay ni discursos partidistas ni reivindicaciones, sólo narraciones íntimas y emotivas sobre ciudadanos comunes, con sus virtudes y sus miserias; sujetos pasivos de un conflicto cainita, alejados de los escenarios en los que se dictaba su dramático destino. Gente sencilla y noble que también podían convertirse en monstruos.
Una tarde lluviosa y fría, dos amigas del colegio que no habian vuelto ha verse desde entonces se reencuentran, ya casi sexagenarias, por azar ante unos grandes almacenes. Dorita ha tenido suerte en la vida: un marido cirujano, coche, joyas, pieles, un chalet en la sierra y dos hijos mayores casi independientes. Carmen, por el contrario, es una simple profesora de ciencias naturales, sin marido ni amante, que cuida de los hijos de su hermana y tiene un buen corazón y una vieja foto de Rock Hudson en el fondo de su bolso. Dorita engancha a Carmen por el brazo y van a la cafetería de los grandes almacenes. Evocan el pasado. La pobre Carmen no ha cambiado con el paso del tiempo y es una vieja frustrada. Dorita es excéntrica, voluble e histérica. Entre Vodkas y Martinis pasarán la tarde recordando, infligiéndose pequeñas humillaciones. Una copa... Dos, tres... Hasta que el presente se tambalea. Acabarán la noche emborrachándose en la penumbra de un bar rodeadas de siluetas masculinas. Suceda lo que suceda, ¡siempre pueden decir que la culpa fue de la otra!