Nos encontramos en un momento crucial en el que el mundo se enfrenta a un gran cambio en las mentalidades y las relaciones internacionales. En el núcleo de estos cambios gravita la relación entre Estados Unidos y Europa y la consecuente redefinición del concepto de Occidente. Entre 1998 y 2001 el mundo occidental no solo ha asistido al desmoronamiento de dos de sus construcciones más emblemáticas - el Muro de Berlín y las Torres Gemelas-, sino también a la edificación simbólica de un nuevo y hegemónico imperio del mundo del pensamiento elaborado desde Estados Unidos.
¿Es posible alcanzar la popularidad sin haber hecho nada digno de mención? ¿Por qué los políticos se parecen cada vez más a los actores, y los actores desempeñan papeles políticos? ¿Se puede llegar a ser un cantante mundialmente conocido sin saber cantar ni tener ningún conocimiento de música? ¿Es posible que un publicitario sea considerado un genio creativo, y que el genio de un gran pintor sólo sea reconocido mediante una brillante estrategia publicitaria? Sí. Todo esto y mucho más es posible porque estamos viviendo en la sociedad del espectáculo, una sociedad del puro presente, convertida en una gran función de sesión continua, donde todo puede hacerse realidad; donde los ciudadanos, reducidos al papel de enorme audiencia ávida, exigen una producción incesante de «entretenimiento», disfrazado o no de actualidad. Las gigantescas dimensiones que ha alcanzado la sociedad de telespectadores han convertido a la Fama en un monstruo de mil cabezas dedicadas a colmar de diversión el tiempo vacío del público. Y a las puertas del siglo XXI, la justificación de la existencia parece encontrarse solamente en el intenso y cegador foco mediático. El antiguo dilema «ser o no ser» ha sido sustituido por el más moderno del «estar o no estar». ¿Es la fama el nuevo patrón oro con el que todo puede medirse? ¿Se han reducido nuestros ideales al deseo devorador de ser iluminados, aunque sólo fuese por un instante y en un puro simulacro, por los focos mediáticos? Ésa es la cuestión. Los autores de este ensayo despiadado e inteligente sobre uno de los más universales fenómenos de la contemporaneidad, escriben desde el vientre mismo de la ballena.
La revolución tecnológica y de las comunicaciones está produciendo un cambio tan veloz y total que lo más característico de este tiempo es la paradoja. De golpe ha llegado una actualidad que ha colocado en el presente los temas que se habian dejado aplazados para el futuro. El gran castillo cibernetico, como en el cuadro de Magritte, flota en el aire de nuestro tiempo sostenido sobre la solida roca de un arsenal tecnologico capaz de programar una nueva realidad futura. Encuadernacion: Rustica.