En estas páginas el lector encontrará vestigios de un amor loco, encendido y exultante; comprobará que también lo habita el desengaño y vivirá los efectos contradictorios que produce su ebriedad: versos escritos con pasión pero también con la melancolía del que añora lo que ha perdido.Poetas que van desde los que aún no han cumplido los treinta -Lidia Bravo, Eusebio Lahoz-, pasando por los que tienen un lugar importante en la poesía -Ángel González, Luis García Montera, Benjamín Prado, Luis Alberto de Cuenca- o hasta los que forman parte de nuestro acervo cultural -Francisco de Quevedo. Sor Juana Inés de la Cruz o Lope de Vega-. El amor, uno de los grandes temas de la poesía, hecho verso con la herramienta con la que el poeta trabaja nuestro corazón: la belleza de la palabra escrita.
¿CUÁNTAS VECES entra un lector en una librería buscando un libro de poemas y sale con una novela o, lo que es peor, con una decepción? Libros de poemas hay muchos; buenos libros de poemas también, pero - y de nuevo acudimos al hipotético lector -: ¿siempre sabe dónde encontrarlos?, ¿conoce el nombre de esos autores? Miguel Munárriz (Gijón, 1951), poeta, periodista y experto en comunicación, ha escrito este libro para aquellos lectores que no encuentran en la poesía el placer que suele proporcionarles la prosa. Ha escrito un libro sobre poesía que busca lectores que descreen de ella, que piensan que es un género difícil, plagado de claves para iniciados. Este libro pretende ser una guía práctica para andar por la poesía, al menos por una determinada mirada poética, por poemas que contienen una historia. Poemas, todos ellos, escritos con un lenguaje sencillo que, sin embargo, provocan emociones y reflexiones complejas tras su lectura. El lector podrá tambien conocer cuáles son los poemas favoritos de personajes del mundo de la literatura, la música, la política o el cine, desde Aute o Alborch, hasta Vargas Llosa o Watling, pasando por Ana Belén, Caballero Bonald, Cercas, Ángel Gonzalez, Millás, Saramago... Con poesía para los que leen prosa queda abierta la veda para encontrar en la poesía un arma de placer contra el tedio y la vulgaridad, a favor de un cambio de actitud ante la vida.