40 años de escenografía en TV recorre el trabajo realizado por Paco Bello desde los años 60 hasta los 90. Este recorrido solo ha sido posible con la ayuda, amistad y profesionalidad de los grandes nombres de la realización y dirección de nuestra naciente televisión. Este no es un libro para la nostalgia, es una obra escrita y editada para fijar en la memoria de los lectores los avatares de una época en la que como nos dice Fernando García de la Vega «muchas de las ideas que ya veníamos barajando realizadores y escenógrafos, imposibles de llevar a la práctica hasta entonces, empezaron a hacerse realidad». Una época en la que la imaginación era el mejor y casi único recurso para la escenografía, la iluminación y el color que comenzaba a demandar la televisión que ha llegado hasta nuestros días.
Paco Bello, cantautor que ha hecho escuela en las principales salas de Madrid, nos presenta su primer libro de poesía, formado por poemas escritos y desescritos entre 1996 y 2007. En él nos cuenta todo lo que no cabe en una canción, o cómo él dice "esas emociones cóncavas que descubren su lado convexo al ir más allá de la voz cantada ", quizás porque lo único que puede romper el silencio cuando se acaba la música, es la palabra en busca de su propio encuentro, y Paco la usa con elevada maestría, alunizando con ella, convirtiendo la metáfora en un pequeño reducto salvador donde la esperanza y el desasosiego se unen a partes iguales para equilibrar esa balanza de lo que somos o deseamos ser.
Después de "El olor del bosque ha roto mi computadora", regresa Paco Bello con una nueva entrega de poemas que a menudo parecen pequeños cuentos, e incluso, a veces lo son. Su finalidad es conseguir arrancar una sonrisa plácida al lector, y a la vez, remover el laberinto de los sentimientos ocultos, tanto al optimista que suspira por las noches en la oscuridad de la cama, como al pesimista que se levanta con secreta parsimonia todas las mañanas y le guiña un ojo al rotundo espejo. Los textos de Paco Bello son como la lluvia que va creando charcos donde luego el sol se refleja. Todo encierra vida. Por eso mismo, todo libera un poema.