Desde las figuras de Piero della Francesca o Vermeer de Delft, esas presencias incorpóreas, casi fluidas, hasta la atención actual a los cuerpos, el dolor físico y la carne cadaverizada, el agusanamiento o la podredumbre -¿anticipo para una experiencia de lo informe?-, pasando por las magulladuras y las heridas, la sangre o el semen, la orina, el vómito o los excrementos, este libro revisa una actividad estética que después de privilegiar la pureza formal de las cosas con el lógico menoscabo de su principio físico más consistente, sufre una larga alteración ideológica cuya radicalización final lo sitúa en un paraje de incertidumbres donde los signos son suplantados por las cosas, la imagen de los cuerpos por los propios cuerpos, o la referencia a la materia por la materia misma.
Construído como una suerte de apostilla a Pintura anémica cuerpo suculento, tras realizar un sugestivo recorrido por la historia dualidad almacuerpo desde la Antigüedad a nuestros días, esta obra desemboca en la reflexión acerca de ciertas poéticas artísticas contemporáneas (Marcel Lí.Antúnez, Jana Sterbak, Los Rinos...) que trabajan con la carnalidad y fisicidad de lo humano. Para el autor, este arte no es un fenómeno aislado sino que se erige como el eslabón más lógico y coherente de una progresiva toma de conciencia de lo corporal por parte del arte y del pensamiento. Y lo propio del cuerpo, nos guste o no, es la pudrición.
El presente ensayo procede de una preocupación de orden estético que, si bien atañe al arte y tiene en el tiempo un lejano inicio, carece aún hoy de un descargo cumplidor. Radicada en el trato que tiene la capacidad sensorial con el uso intelectivo, en El pensamiento visible la inquietud apunta preferentemente a la pintura y se enuncia a caballo de dos conceptos de larga trayectoria pero desatento empleo; su nombre, estilo y expresión. Tantas veces confundidos hasta incurrir en sinonimia, no es siempre fácil ver en el segundo, referido a la moderna expresión artística en particular, el desahogo, cuando no la dispersión, de un cuerpo que deviene signatario en su obrar y que deja un vestigio con las formas que produce, llámense huella personal o impronta anunciadora. Y no resulta más sencillo detectar lo que hay en el estilo: la derivada de una diferencia individuadora que, con su tarea de afirmación, desea garantizarse.De estas dos dificultades nace El pensamiento visible en su recorrido por una heterogénea selección de aportaciones a la plástica. Las formas del arte no son una carga intelectual que hemos de captar -no se trata de comprender las obras-; lo que hay en ellas es una fuerza redoblada que, al modo de los sueños, estimula al receptor llevándole a discurrir acerca de lo que allí parece tener un prudente amparo.
Por qué la Estética, esa pretendida ciencia de lo bello, se negaría a reflexionar sobre el amor, una de las experiencias más rotundas en sí mismas, cuando la antigüedad ya veía en la belleza que lo n
La creación como concepto prácticamente se ha disuelto en nuestro tiempo debido al uso inmoderado del término que la nombra. Nos ha llegado cargada de prejuicios antes de estallar en mil pedazos e interesar a sectores tan ajenos a su original sentido como el Mercado o, si se prefiere, el marketing. Si contemplamos un contexto político como el nuestro, veremos que los registros de la cultura y el arte -incluidos la moda vestimentaria, la cocina y el deporte, con la hipertrofia deportivo-futbolística, o la "fiesta" taurina- invaden nuestro espacio mental atrayendo tanta más atención cuanto mayor es su agotamiento y, sobre todo, su puerilidad. Ahí la "creación" no sólo ha invadido todos los campos, también la producción de "conceptos" parece haber consumido el terreno filosófico que le pertenecía para acceder al marketing. El presente libro esboza una trayectoria de largo alcance que, partiendo de la eminente figura de Sófocles vista por Aristófanes, llega hasta Marcel Duchamp o Christo Javachef, con el objetivo de despejar una perspectiva estética cuya totalidad aún está por ver. Si admitimos en la Naturaleza la imaginación de una materia inagotable por su capacidad de inventar y renovarse, será de justicia que la filosofía y el pensamiento estético, con la psicología, la teoría psicoanalítica o la neurología, traten de hallar en quienes inventan, crean o descubren una particular «naturaleza» que debe tomar cuerpo en cada uno de sus trabajos.