El autor mueve sus personajes en un escenario trepidante y hermoso, Oporto, una ciudad reclinada junto al estuario del Duero y que custodia las raíces de la Nación vecina. Sus personajes recorren las callejas y plazuelas, por rincones y calzadas tan viejas y tan vivas. Todo ello contado por una suerte de circuito cerrado en el que siempre priman un concreto territorio, un espacio real, una atmósfera determinada. RAMÓN AYERRA (Segovia, 1937). En su larga obra se ocupa primorosamente de los paisajes y espacios urbanos, confiriendo a los mismos la condición de personaje central, sin la cual no cabe entender la acción. Ello viene sucediendo desde sus primeros libros (La España Imperial (1981), Las amables veladas con Cecilia (1982), El jardín de las naciones (1981) ...) hasta los de más reciente publicación (Gente ligera de cascos (2000), En el jardín de los Nielsen (2003), El capitán y la gloria (2004), La vida y la muerte en Oporto (2008)), en una suerte de circuito cerrado en el que siempre priman un concreto territorio, un espacio real, una atmósfera determinada.
EL AUTOR, tras permanecer un tiempo en Sicilia, inmerso en el grito inmenso de los limoneros , y bajo la tremenda blancura del volcán, la tierra convertida en alarido , elabora un texto con poemas que conciernen a los inocentes recreos del Arzobispo de Siracusa, a los trepidantes mercadillos de Palermo, a los refinados y sentidos ceremoniales de los hombres de respeto, a los tremebundos rituales mortuorios de los monjes capuchinos, a palacetes que desfallecen perdidos en la vegetacion, al fino, impecable trabajo de los sicarios, a una ejecucion en Catania, en la hermosa via Etnea, a la serena contemplacion, en Taormina, del Golfo de Maxos y de la majestad con la que la cumbre del volcan se mezcla con el cielo . Una poetica introduccion a la intensidad siciliana.
Bajo los dos módulos en los que El Capitán y la gloria se desenvuelve, la lucha entre la Autoridad y los Violentos, y la bastardía de quien se busca la vida por la mano izquierda, bajo tales módulos subyace una reflexión que viene reptando, desde la antigüedad, en el túnel del tiempo.