Esta obra ofrece la experiencia de muchos años de una psicóloga infantil y una pediatra. Para ambas, la educación de un niño consiste ante todo en aceptar sin condiciones su singularidad. Comporta ayudar a nuestros hijos a sentirse seguros y respaldados mientras dependen de nosotros. Sus ejemplos concretos y cotidianos ilustran el modo en que los padres pueden ir encauzando los pasos de sus hijos.
Nuestros hijos son huespedes que nos piden que les mostremos el camino que han de seguir. Es nuestro deber ofrecerles el mejor lugar y brindarles seguridad y apoyo mientras que ellos puedan recorrer solos su camino.Educar a un niño significa, en primer lugar, aceptarlo y quererlo incondicionalmente dentro de la singularidad de su ser infantil. La educacuion es un trabajo que se hace con el corazon y mucha paciencia. Aun huesped se le otorga el mejor lugar y se le ofrece ampara, hasta que sea capaz de encontrar su propio camino. Esto implica no preguntarle que trae consigo ni que voy a sacar al darle albergue. Como anfitrion, me alegro de que haya llegado. En mi casa hay sistio para los dos.En este trabajo confluyen la experiencia de muchos años de una psicologa infantil y una pediatra que nos indican que educar un niño significa, sobre todo, quererlo y aceptarlo incodicionalmente dentro de la singularidad de su ser infantil. La educacion es un trabajo que se hace con el corazon y mucha paciencia. Ejemplos concretos tomados de la vida cotidiana nos muestran como los padres pueden acompañar a los niños en el camino de su vida.