Vicente Botín ha trabajado durante 38 años en Televisión Española, en programas como Informe Semanal y En Portada. Profundo conocedor de Sudamérica, es autor de más de un centenar de reportajes en toda la región. Desde 2005 hasta octubre de 2008, fue corresponsal en Cuba, una tarea nada fácil por el estricto control que ejerce la Seguridad del Estado sobre los periodistas extranjeros. Nadie desde dentro de la isla puede contar la verdad de lo que allí ocurre. Los corresponsales solo se aproximan a la realidad a través del doble lenguaje y las metáforas, sin perder de vista la raya que traza la autocensura para evitar ser expulsados del país. Este libro, escrito en su mayor parte en La Habana, es una especie de exorcismo con el que Vicente Botín quiere librarse de la frustración de no haber podido contar la verdad sobre Cuba, al menos no toda la verdad.
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Cuatro años en Cuba como corresponsal de Televisión Española deberían ser suficientes para agotar mi capacidad de asombro. Pero no ha sido así. Cuba, como la pipa de Magritte, no es una isla, es la imagen de una isla. Hay que vivir en Cuba para saber cómo es la vida cotidiana, para entender que hay dos situaciones, una real y otra virtual, y que los cubanos habitan ambas a la vez sin estar locos, como dice el bolero de Richard Danenberg. Cuba no es el mundo feliz que reflejan los medios de comunicación ni las penurias de sus ciudadanos son consecuencia del bloqueo impuesto por Estados Unidos, país que, paradójicamente, se ha convertido en el principal suministrador de alimentos a la isla, antaño exportadora. En Cuba hay una realidad que es necesario mostrar y que se refleja en Los funerales de Castro, un libro fruto del contacto directo con los cubanos y de una rigurosa investigación, con documentación muy difícil de conseguir y, sobre todo, conservar, por la estrecha vigilancia que ejerce la seguridad del Estado sobre los periodistas extranjeros. Es un libro escrito con rigor, con mucha ironía y sentido del humor, donde hay poemas y canciones, sobre todo boleros, con los que los cubanos tratan de exorcizar sus demonios. Parafraseando al poeta Francisco Riverón Hernández, el libro, «nació de mis ojos que han visto las cosas, de mis oídos que escucharon las palabras y de mis manos que han recogido los acontecimientos».
En la historiografía de la revolución cubana, Fidel Castro acapara el protagonismo absoluto. Su hermano Raúl está considerado como un satélite que orbita alrededor suyo. Pero Raúl Castro tiene una personalidad propia, oscura ycompleja, que nunca ha sido desvelada del todo, como tampoco la decisiva influencia que ha ejercido sobre Fidel desde los origenes y en los momentos clave de la revolucion. Con una exhaustiva documentacion y testimonios de familiares y colaboradores hoy exiliados, este libro indaga en la figura de Raul Castro, en su infancia y adolescencia de parrandero y bebedor, amante de las peleas de gallos y torero ocasional, que fascinado por su hermano mayor, decidio acompañarlo en su aventura revolucionaria. En la Sierra Maestra, Raul Castro creo el embrion del futuro Estado comunista y fue el responsable de la sovietizacion del pais. A pesar de su fidelidad perruna, Fidel siempre le desprecio my torpedeo todos sus intentos de crear estructuras colegiadas de poder. Eso le llevo muchas veces a la desesperacion y al alcohol. Fidel Castro siempre dijo que Raul era mas radical que el. Nunca le temblo el pulso para deshacerse de enemigos, compañeros de viaje e incluso amigos muy cercanos, como el general Arnaldo Ochoa, para fortalecer el poder de su hermano. Y tambien el suyo. A la sombra de Fidel, Raul Castro ha construido un poderoso entramado sustentado en el ejercito y los servicios secretos y controla tambien la economia del pais a traves de un poderoso holding empresarial en manos de las Fuerzas Armadas. Raul Castro tiene el poder necesario para blanquear la revolucion en las urnas. Pero mientras viva Fidel seguira siendo una insignificante pulga asustada por el rugido del tigre.
«Cuatro años en Cuba como corresponsal de Televisión Española deberían ser suficientes para agotar mi capacidad de asombro», escribe Vicente Botín, autor de Los funerales de Castro. Pero no ha sido a