¿A qué obedecen los actos violentos individuales y colectivos? ¿Por qué cometen las personas atrocidades en tiempos de guerra? ¿Por qué recurren a la violencia con tanta facilidad las pandillas, las tribus y hasta los hinchas de fútbol? Wolfgang Sofsky busca la respuesta a estas preguntas en este libro. Argumenta que nuestra propensión a la violencia responde a una necesidad de reacción ante nuestra propia muerte, reacción que ha adoptado diferentes formas en el transcurso de la historia de la humanidad. Su amplio análisis abarca la caza de brujas, los combates de gladiadores, los conflictos interétnicos y los ejemplos contemporáneos de amok -término malayo que define un ataque furibundo e incontrolado para aniquilar al mayor número posible de víctimas, y tras el cual el perpetrador a menudo se quita la vida-, pero el fin último del autor es explorar en las manifestaciones de violencia extrema que han caracterizado a nuestra era y en el inaudito grado de complicidad que las ha respaldado. Wolfgang Sofsky, nacido en 1952, es Catedrático de sociología y ensayista. Fue profesor en las universidades de Gotinga y Erfurt. En 1993 recibió el premio Geschwister Scholl por su obra Die Ordnung des Terrors. Das Konzentrationslager. En 1996 se publicó su Traktat über die Gewalt (ambos en la editorial S. Fischer). Sus libros han sido traducidos a varios idiomas. Sus ensayos y artículos de opinión se publican habitualmente en la prensa alemana. Tiempos de horror. Amok, violencia, guerra es la primera obra de Wolfgang Sofsky que se publica en España.
En esta obra realmente a esta altura clásica sobre los campos de concentración. Sofsky reconstruye la fuerza destructiva del terror y la tortura en la destrucción de vínculos sociales. La fuerza de su trabajo se basa en el intento de recuperar, significar y dar sentido fundamentalmente a la voz de los reclusos.El objetivo fundamental del campo de concentracion, para Sofsky, es la destruccion, y la misma esta organizada racionalmente, cada elemento del sistema se encuentra vinculado a dicha logica.El presente libro transmite una idea de como el poder destructivo de la politica nacionalsocialista influyo hasta en la sociedad ramificada de prisioneros, de como instrumentalizo a las victimas mediante la humillacion y la coaccion psiquica. Describe la mutilacion de la identidad personal de los reclusos, la modificacion de su sentido del espacio y del tiempo, la progresiva desaparicion de su confianza en la continuidad de un mundo social y de su autoestima.
Como los hombres son mortales y vulnerables, y se sienten amenazados por sus semejantes, se ponen de acuerdo para recurrir a formas no violentas de asegurar su existencia. Una de estas iniciativas civilizadoras es la decision de fundamentar la sociedad en un contrato que, entre otras cosas, proscribe la violencia. Sin embargo, la historia de las sociedades humanas es a todas luces una historia violenta.El tratado de Wolfgang Sofsky se centra en esta sombria paradoja que parece inherente a la condicion humana.
Todo ciudadano tiene algo que ocultar. Dónde se encuentra y con quién conversa, qué pasiones le arrastran y qué enfermedades le postran, con quién se divierte y de qué aficiones disfruta; nada de esto está destinado a ojos y oídos ajenos. Ninguna autoridad y ninguna empresa está autorizada para abarcar y menos aún para dirigir los hechos de la vida privada. El grado en que los individuos disfrutan de libertad en la sociedad se mide por el modo como pueden encauzar su vida a su propia manera, sin injerencias indeseadas de terceros. La privacidad es el fundamento de la libertad, y esta libertad protege frente a todo poder. La destrucción de lo privado está desde hace años en pleno apogeo. Está siendo cada vez menor la indignación acerca de la usurpación de datos, vigilancia secreta de personas y teléfonos, búsqueda policíaca extensiva o controles de seguridad generalizados. Apenas si significa ya algo más que un breve sobresalto desde el sueño profundo de la comodidad colectiva. Para las instituciones del poder político y económico, la privacidad, la libertad y la rebeldía son molestas reliquias de una época en la que todavía existían ámbitos sociales más allá del Estado y del mercado. Quien crea que no tiene nada que ocultar, ha renunciado ya a su libertad y se niega a dirigir por sí mismo el rumbo de su vida. No debe, pues, extrañarse si la estupidez o la torpeza arruinan su reputación y reducen sus expectativas sociales.