Nuevamente las historias, las palabras y los sueños, vuelven a cruzar sus miradas, desde la común premisa y la inmortal poesía, renaciendo entre sus milenarias formas, recuperando compromisos y alianzas, que establecieron culturas paralelas, siglos atrás compartidas, y nunca olvidadas, descerrajando el tiempo de las fronteras, con la suelta de versos como palomas, y de canciones como versos, a los que invita este poemario a dos manos, dos corazones y dos sentidos, que surge de la literaria unión de dos habitantes a perpetuidad del profundo sur que los define, y desde el que un solo camino trazan, el que conduce a ese castillo encantado, llamado corazón, donde en noches de luna y sueños, suenan los zéjeles -nuestra ancestral poesía- atados a las estrellas, para ponerle música a la vida.