Si se compara una obra de teatro con una sinfonía, se puede decir que el actor es, a la vez, el instrumentista y el instrumento; instrumentista, porque traduce, con su inteligencia, su sensibilidad y su sentido artístico un texto escrito, así como el músico traduce su partitura; instrumento, porque solo puede exteriorizarse con la voz, la mímica, los movimientos del cuerpo.
La actuación sutil y emotiva de un personaje exige de los actores y actrices una fluidez expresiva que debe ser desarrollada.