Le apodaban el Lobo, pero su verdadero nombre era Migueruelo Llorente. La marcha de Nitailla Ferreira a Buenos Aires le había desquiciado. A todas horas vivía envenado, y en las noches de verano se evadía montando en su caballo negro, decidido a disolver a palos a la juventud que se daba cita en la popular esquina de la población rural. Era un individuo sanguinario e impredecible , y llevaba a cabo sus actos de pillaje a partir del anochecer, convencido de que la oscuridad era un buen aliado, pero ignoraba que en el campo, a todas horas, hay muchos ojos vigilando y era muy difícil no ser visto.