El autor había resuelto en 1982 el espinoso tema de la ubicación de la campaña de Augusto para la conquista de los cántabros (Roma contra cántabros y astures). Desde entonces no ha cesado en la rebusca del campo, que habrá de ser fecunda por el doble motivo de la dificultad del terreno, que hubo de ser trillado, y de la solidez romana en todo evento.