Hume y Rousseau son exponentes principales de la Ilustración, momento histórico donde se compartimenta, de forma estanca, la religión y las ciencias —incluida la Filosofía— detonándose el cambio cultural y filosófico que culminará, posteriormente, en la Filosofía Contemporánea. De ahí que la elección de estos autores sea crucial para el objetivo del trabajo: el estudio de la incompatibilidad e injerencias, o no, de una posible figura divina frente a la ética y libertad humanas. La tradición filosófica ha catalogado de emotivista y sentimentalista a Hume y Rousseau, respectivamente, pero en este trabajo se pretende también demostrar la injusticia cometida realizando dicha clasificación y, para ello, se releen sus posiciones bajo la luz de la ética de Nicolai Hartmann. A raíz de paralelismos encontrados en elementos clave, se puede afirmar que se ha caído en una malinterpretación histórica y hermenéutica de las posiciones éticas de los ilustrados. Dicho análisis lleva consigo, implícitamente, la respuesta parcial al objetivo principal: la universalidad de la ética como principio humanista objetivo y la salvaguardia de tal objetividad en caso de existir un Dios personal.
Ficha técnica
Editorial: Apeiron Ediciones
ISBN: 9788417574154
Idioma: Castellano
Número de páginas: 72
Tiempo de lectura:
1h 37m
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 24/09/2019
Año de edición: 2019
Plaza de edición: España
Alto: 2.1 cm
Ancho: 1.6 cm
Peso: 115.0 gr
Especificaciones del producto
Escrito por David Hume
Nació en Edimburgo en 1711. Su familia consideraba que la carrera de Leyes sería una adecuada profesión para él, pero su interés estuvo siempre centrado en la filosofía y la literatura clásica. Viajó a Francia, donde pasó tres años y, retirado en La Flèche (lugar de claras resonancias cartesianas), escribió el «Tratado sobre la naturaleza humana», que se publicó en 1734. La obra tuvo escaso éxito y como el propio Hume escribe en su biografía, «salió muerta de las prensas». El fracaso, piensa su autor, no se debía tanto al contenido como al estilo, a la exposición de las ideas. Ello le llevará a publicar la «Investigación sobre el entendimiento humano» y la «Investigación sobre los principios de la moral», obras en las que refundirá las partes primera y tercera del «Tratado», respectivamente. Las consecuencias escépticas que de sus obras se derivarán en el campo de la religión y de la moral, así como las acusaciones de ateísmo, hicieron que en dos ocasiones le fuera negada una cátedra universitaria. Hubo de conformarse con el cargo de bibliotecario en la Facultad de Derecho de Edimburgo. Fue entonces cuando escribió su «Historia de Inglaterra». Viajó de nuevo a Francia, como secretario de embajada. La acogida que le dispensaron los «philosophes» no pudo ser mejor. Diderot, D'Alembert, Buffon, Voltaire.... le introducen en los salones y se disputan su amistad. Su carácter afable y cordial, así como su sentido de la amistad, le granjearon el afecto y la consideración de todos ellos. Fue ese sentido de la amistad el que hizo que, de vuelta a Inglaterra, se llevase consigo a Rousseau, cuya posición en París empezaba a ser peligrosa tras la publicación del «Emilio». Todos los esfuerzos de Hume por ayudar a su amigo fueron malinterpretados por el filósofo ginebrino, cuyo difícil y huraño carácter era de sobra conocido, y la relación entre ambos concluyó. Hume pasó los últimos años de su vida en Edimburgo, donde murió en 1776.