Los antiguos griegos despreciaban a los ciudadanos llamados idiotikós o privados. Egoístas e
ignorantes, indiferentes a la actividad política, constituían un peligro para la democracia. Según
muestran las encuestas, los ciudadanos actuales somos unos idiotas superlativos. Los políticos, ante
esa circunstancia, cabecean con gesto grave y desaprobatorio. Como si les pareciera mal. Pero no nos
engañemos. Componen el gesto. No les sorprenden ni, en el fondo, les desagradan los ciudadanos
idiotas. Por eso recibieron con irritación –superada la perplejidad– el 15-M. Su irritación no
respondía, sin más, a la defensa de sus particulares intereses. Es injusta la contraposición entre unos
políticos delincuentes, encarnación de todas las perversiones, y un pueblo angelical, irrebatiblemente
excelso. Esa descripción es una autocomplaciente simplificación y, sobre todo, un error de
diagnóstico. El problema no es de personas sino de reglas de juego. En realidad, para nuestras
democracias, la desidia de los ciudadanos y el envilecimiento de la vida política no son patologías
sino síntomas de salud. La patología es lo extravagante, lo que rompe el curso normal, y el curso
normal de nuestros sistemas políticos no requiere de vocaciones públicas. Están pensados para
prescindir de una ciudadanía vigilante e informada. La ignorancia y la mezquindad de los
ciudadanos o la ambición personal y el medro de los políticos forman parte del guion de la
competencia democrática, la prueba del buen funcionamiento de las instituciones.
Sobre el paisaje de fondo de la crisis económica, el presente libro muestra las entretelas teóricas de
esa democracia. No ignora sus conquistas pero no se resigna a ella. Desmenuza su funcionamiento
mediante las herramientas analíticas de la filosofía y la teoría política. A la vez apuesta por una idea
republicana de democracia, deliberativa y participativa. La defiende pero con realismo, sin ignorar
que la disputa política, que aspira a ser tasación ética y ejercicio de la razón es también lucha por el
poder y conflicto de interés.